Karen Hao, autora: “Las grandes tecnológicas son una nueva forma de imperio”
La periodista revela en su último libro las turbulencias internas de OpenAI, la empresa que lanzó ChatGPT al mundo, y la megalomanía de su fundador, Sam Altman

Los imperios coloniales europeos extrajeron recursos ajenos, explotaron a los pueblos sometidos y monopolizaron el control del conocimiento. Todo ello justificado como una misión salvadora. Para la periodista Karen Hao (Estados Unidos), las compañías tecnológicas que desarrollan los grandes modelos de inteligencia artificial (IA) replican, punto por punto, estas dinámicas de extracción y dominio.
Elegida como una de las 100 personas más influyentes en el campo de la IA en 2025 por la revista Times, Hao —que prefiere no compartir su fecha de nacimiento— lleva escribiendo sobre esta tecnología desde 2018 para medios como The Atlantic o The Wall Street Journal. Atiende por videollamada desde Hong Kong, donde reside, para hablar de El Imperio de la IA (Península), un libro en el que ha reunido más de 250 entrevistas por todo el planeta y que ha llegado a las librerías españolas en noviembre. En sus más de 600 páginas, Hao narra el ascenso vertiginoso de OpenAI, las mil caras de su fundador, Sam Altman, y revela la agenda oculta de una industria que, afirma, “está consolidando un extraordinario poder económico y político a través de la desposesión de la mayoría”.
La autora sostiene que estas compañías entrenan sus modelos apropiándose de enormes cantidades de datos de internet pertenecientes a personas que no han consentido su uso. En países del Sur Global, señala, “contratan a decenas de miles de trabajadores para realizar tareas de filtrado y moderación de contenido generado por la IA”.
En 2021, un año antes de que OpenAI lanzara la primera versión de ChatGPT, Hao viajó a Kenia, donde “los trabajadores de la compañía pasaban ocho horas al día sumergidos en lo peor de internet”, relata. Los empleados debían evaluar si un contenido sexualmente explícito se trataba de una fantasía (permitido) o si constituía material de abuso infantil (prohibido). “Desarrollaron estrés postraumático, ansiedad y depresión y, años después, muchos siguen teniendo dificultades para mantener un empleo normal porque no se sienten personas completas”.
Frente a la “miseria” que pagan por esas tareas, la industria ofrece salarios millonarios a los mejores investigadores de IA del mundo. Un fenómeno que, alerta, ha vaciado las universidades del talento que trabajaba en beneficio del interés público. Hao pone un ejemplo de lo perniciosa que resulta la privatización de la sabiduría: “Si todos los científicos climáticos estuvieran a sueldo de las compañías del petróleo, no tendríamos ni idea de los efectos de la crisis medioambiental”. Opina que, en el campo de la IA, las tecnológicas solo comparten la información que les interesa, “la que no debilita el imperio”.
Según la autora, estas compañías se presentan como un “imperio bueno”, con una misión casi mesiánica: traer progreso y modernidad a la humanidad. En su narrativa, establecen una batalla con el “imperio malvado”, en este caso China: si los chinos llegaran primero, la humanidad estaría condenada a un infierno de la IA. Con este relato, sostiene Hao, Silicon Valley se justifica para acaparar ingentes recursos y fuerza laboral.
Sin embargo, cuando OpenAI nació en 2015, se vendió al mundo con una imagen muy diferente. Los fundadores Sam Altman y Elon Musk constituyeron la compañía como una organización sin ánimo de lucro. Y como su propio nombre sugiere, de código abierto: la programación sobre la que se sustenta y sus investigaciones se compartirían con el público.
Aquello duró hasta 2019. OpenAI renunció a realizar su propia investigación y buscar descubrimientos innovadores, cuenta Hao. En cambio, adoptó una nueva estrategia: tomar modelos de IA existentes y hacerlos más grandes. “El cuello de botella pasó a ser el capital, porque alcanzar el tamaño que los superordenadores necesitaban resultaba muy caro, y una organización sin ánimo de lucro no les permitía recaudar dinero suficiente”.
Aquel año la periodista pasó tres días en las oficinas de la compañía en San Francisco: “La empresa seguía siendo en gran medida un laboratorio de investigación académica. Casi parecía una universidad. Pero ya se percibía una extraña competitividad y un secretismo que resultaba inquietante”.
Los empleados entrevistados describen que el ambiente en la compañía es hoy caótico, señala la autora. “No hay una visión estratégica clara por parte de Altman sobre la dirección de la empresa”, aseguran sus fuentes. Dentro de OpenAI existen múltiples facciones que discrepan sobre cómo desarrollar y hacer avanzar las capacidades de la IA, y sobre la rapidez con la que deben lanzarse al mundo. Esas tensiones internas son parte de la razón por la que Altman fue despedido de la compañía en 2023 para ser reincorporado cinco días después, el episodio con el que arranca el libro de Hao.
Después de un primer capítulo que detalla las conversaciones en los chats internos de la compañía y en las fiestas privadas de los empleados en un momento de máxima turbulencia en la empresa, el relato vuelve atrás para desentrañar los claroscuros del protagonista de la historia, Altman. Desde las denuncias de su hermana por abuso sexual a la decepción por haber ganado únicamente cinco millones de dólares a los 26 años tras la venta de la primera start-up que fundó. Se comparaba a sí mismo con Steve Jobs, que a esa edad acumulaba una fortuna de 256 millones.
Donde pasan las cosas
Para Hao, a este hombre de 40 años “lo motiva estar en la sala donde ocurren las cosas, ser quien toma las decisiones”. Altman ha llegado a decir que, como líder de OpenAI, tiene el trabajo más importante del mundo.
Dependiendo de la audiencia a la que habla, el fundador cuenta una versión diferente de lo que ofrece la IA, advierte la reportera. A los consumidores les dice que es un sistema mágico que ayuda con cualquier cosa; a los reguladores que va a solucionar el cambio climático y curar el cáncer. En la página web de la compañía se define como un sistema altamente autónomo que supera a los humanos en los trabajos con mayor valor económico. A los inversores, Altman les vende que la IA va a generar un beneficio de 100.000 millones de dólares.
Para Hao, “OpenAI interpreta y reinterpreta su misión según le convenga para seguir adelante con lo que, en realidad, es la agenda oculta de la compañía: crecer sus modelos hasta el mayor tamaño posible y usar eso como justificación para concentrar una enorme cantidad de tierra, energía, agua, datos, mano de obra y dinero”.
La periodista decidió escribir el libro ante el “vacío de información de calidad sobre OpenAI, que permite a Silicon Valley dominar la narrativa y adquirir más poder”. Espera que su publicación abra un debate global que contenga a estos imperios y ayude a desarrollar “una versión más hermosa de la IA”. “Los imperios son antitéticos a la democracia. Ambos no pueden coexistir en el mundo”, asevera.
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