La deuda global alcanzará en 2029 el mayor nivel desde finales de la Segunda Guerra Mundial, según el FMI
El organismo multilateral calcula que el endeudamiento público escalará hasta el 100% del PIB mundial al final de la década, el mayor nivel desde 1948


El planeta ha afrontado varias crisis imprevistas en los últimos años. La pandemia y sus coletazos; la invasión rusa de Ucrania, que desencadenó una crisis energética y otra inflacionaria; o el golpe más reciente por la guerra comercial desatada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Para hacer frente a estas perturbaciones, los países han tirado de chequera con el fin de aliviar el impacto sobre hogares y empresas. El mundo ha logrado capear una crisis de alto voltaje, pero la consecuencia es una abultada deuda acumulada.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) calcula que la deuda pública mundial superará el 100% del PIB en 2029, lo que supondría el mayor nivel desde los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, en 1948. “Esto refleja una trayectoria más alta y empinada que la proyectada antes de la pandemia”, señala el FMI en el Monitor Fiscal, el documento que analiza los desequilibrios fiscales, publicado este miércoles en el marco de la Asamblea Anual del organismo.
La institución, nacida de las reuniones de Bretton Woods en 1944, explica que la situación no es igual en todos los rincones del planeta. Hay un puñado de países ricos que han acumulado una pesada hipoteca superior al 100% de su PIB. Entre estos están Canadá, China, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y el Reino Unido, según cita el Fondo. “Estos países suelen contar con mercados de bonos soberanos profundos y líquidos, y a menudo con amplias opciones de política, lo que resulta en que su riesgo fiscal se considere moderado”, admiten los economistas del organismo con sede en Washington.
Pero hay otros países, continúa el FMI, emergentes, de bajos ingresos, que a pesar de que tienen una deuda mucho más baja, se enfrentan a desafíos mayores “porque sus opciones políticas y el acceso a financiación son limitados”. Desde 2021 ya hay más de un centenar de Estados con una deuda superior al 60% del PIB, un número que seguirá aumentando, según el informe.
De este centenar de territorios con una deuda aparentemente asequible, casi la mitad, unos 55, experimentan dificultades de endeudamiento o corren un alto riesgo de sufrirlas. “Cuando los países fallan en el pago de la deuda, una reestructuración oportuna es fundamental para contener el daño”, explican los técnicos del organismo multilateral.
“No se trata solo del tamaño de la deuda, sino también de su costo”, añaden. Los economistas del Fondo recuerdan que los años que siguieron a la pandemia ofrecieron unas condiciones monetarias flexibles, con tipos bajos, lo que permitía mantener la deuda. “Pero la situación actual es radicalmente diferente”, advierten. Tras la crisis inflacionaria de hace dos años, los bancos centrales se apresuraron a subir los tipos de interés. La consecuencia es un aumento del coste de financiación de la deuda, que presiona los presupuestos nacionales.
Unas cuentas que en muchos países ya están estresadas por otras necesidades. Además de los mayores gastos en defensa, hay que incluir más partidas para hacer frente a los desastres naturales provocados por el cambio climático; el envejecimiento de la población, que presiona las pensiones y el gasto sanitario; o los recursos para impulsar las transiciones energéticas y tecnológica.
“La conclusión es ineludible: a partir de déficits y deudas demasiado elevados, la persistencia de un gasto superior a los ingresos fiscales impulsará la deuda a niveles cada vez mayores, amenazando la sostenibilidad y la estabilidad financiera”, destacan los expertos del organismo.
Ese es el diagnóstico. Pero los Gobiernos deben actuar para reducir los déficits públicos. El Fondo también plantea alguna receta que otra: “Priorizar la política fiscal es esencial para apoyar la sostenibilidad de la deuda y preparar reservas fiscales para su uso en caso de shocks adversos graves, incluidas las crisis financieras”, indica el Monitor Fiscal.
El documento reconoce que para reducir los déficits hay que reducir gastos o subir impuestos. Y esto no siembre es políticamente fácil de acometer. “Pero ahora es el momento de prepararse”, insisten.
Otro de los consejos deslizados por el Fondo consiste en un cambio en la composición del gasto público. Sin variar el monto total, se pueden alterar las partidas destinando más a aquellas que aumenten más la productividad y favorezcan el crecimiento, como la educación y las inversiones en infraestructuras.
También hay margen del lado de los impuestos, aunque este es uno de los asuntos más espinosos para los gobernantes. Aun así, el Fondo aconseja a los países que recaudan poco “aspirar a superar gradualmente los ingresos fiscales por encima del 15% del PIB para impulsar el crecimiento”.
Calcula que si los países en desarrollo que recaudan poco abordan estas reformas tributarias, “los crecimientos derivados de este enfoque serán de dos dígitos a largo plazo”. Una cifra nada desdeñable. “Lamentablemente, más de 70 países en desarrollo aún presentan ratios de impuestos sobre el PIB por debajo de este nivel, concentrados en países frágiles y de bajos ingresos”, concluye el análisis.
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