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Jackson Hole aguarda a Powell y sus posibles pistas sobre un recorte de tipos que el mercado cree inminente

El simposio da a los líderes del BCE y el Banco de Inglaterra una ocasión para mostrar, en suelo estadounidense, su respaldo a la independencia de la Reserva Federal ante las arremetidas de Trump

Jerome Powell, Tiff Macklem y Andrew Bailey durante la reunión en Jackson Hole de 2024.
Álvaro Sánchez

Cuando William Atherton DuPuy, periodista de The New York Times, viajó por primera vez a Jackson Hole y sus alrededores en 1933, su impresión fue la de estar llevando a cabo un viaje al pasado. “Aún evoca los tiempos salvajes de la apertura al Oeste, cuando este acogía en su seno a los fugitivos de las cuadrillas de sheriffs; cuando se convirtió en un lugar de refugio para quienes desconocían la ley y los albergaba tan bien que durante dos generaciones pudieron desafiar el acoso del mundo”, escribió.

Este jueves, un contingente de banqueros, académicos, economistas y políticos aterrizará en la zona, un parque natural a más de 2.000 metros de altitud, para debatir sobre demografía, empleo y productividad durante tres días. Lo más parecido a un prófugo entre ellos es Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, que lleva meses bajo el machacón asedio verbal del hombre más poderoso del mundo, paradójicamente el que le nombró para el puesto, un tal Donald Trump, del que soporta desde invectivas digitales en redes sociales a tensas visitas presenciales para supervisar las obras de reforma de la institución que dirige.

La idea de ir a hablar de economía a un paraje montañoso a más de 3.000 kilómetros de Washington, en Wyoming, el estado menos poblado del país con poco más de medio millón de habitantes, puede sonar extravagante, pero tiene su lógica. En 1982, el simposio que cada año organizaba la Reserva Federal de Kansas City quería contar a toda costa con la asistencia de Paul Volcker, entonces presidente de la Fed. Y su afición a la pesca de la trucha con mosca puso en el mapa a Jackson Hole, libre además del calor húmedo de la capital. Fue la elegida. Y fue un éxito.

43 años después, el lugar acoge una conferencia donde los estudiosos van a exponer sus teorías e hipótesis sobre la economía del presente y el futuro —Mercados laborales en transición: demografía, productividad y política macroeconómica, es el tema del simposio este año—. Y los periodistas a entresacar algún titular de los discursos. Las primicias no siempre aparecen, pero el año pasado se alinearon los astros: fue en Jackson Hole donde Powell anunció el comienzo de las rebajas de tipos de interés. “Ha llegado el momento de ajustar la política monetaria”, dijo. Y semanas después lo llevó a la práctica con una bajada de medio punto.

El esperado cambio de ciclo monetario acabó siendo breve. Apenas tres chispazos, y el precio del dinero un punto más abajo, en el rango del 4,25-4,50%. Nada que ver con los ocho recortes y dos puntos del Banco Central Europeo. Y fue así porque llegó Trump, y con él, los aranceles, la incertidumbre, los insultos. La presión. “Estúpido”. “Tardón”. “Lloriquea como un bebé sobre una inflación inexistente”. Son algunos de los calificativos que dedicó a Powell.

Ese hostigamiento público sin precedentes, no solo sobre Powell, sino sobre parte de su equipo —este miércoles Trump pidió la dimisión de la gobernadora Lisa Cook— sobrevuela la reunión. Y concede una ocasión perfecta para que sus homólogos del BCE, Christine Lagarde, y del Banco de Inglaterra, Andrew Bailey, presentes ambos en Jackson Hole, muestren su apoyo a Powell y a la independencia de la Reserva Federal. Lagarde ya lo hizo en Sintra, la versión europea de Jackson Hole, cuando afirmó que representa “el modelo de un banquero central valiente”. Ahora, tendrán la oportunidad de hacerlo en suelo estadounidense, con todo lo que ello supone de simbolismo y desafío a Trump.

El mandato de Powell expira en mayo, por lo que será su último Jackson Hole a la cabeza del banco central. Lorenzo Codogno, exsecretario del Tesoro italiano, aún alberga esperanzas de que su futuro sustituto, todavía desconocido, dé un giro de guion una vez en el puesto, y no sea tan sumiso a las directrices de Trump como se espera. “Será reemplazado por alguien en línea con Trump, pero las decisiones del FOMC (siglas en inglés del Comité Federal de Mercado Abierto) son colectivas, y cuando se elige al presidente, este tiende a buscar la independencia, aunque depende de la persona. Trump no tiene garantías de que eligiendo a alguien que piense como él vaya a seguir sus consignas. Esperemos que no lo haga”, afirma al teléfono.

Esperando a Powell

El otro gran foco estará puesto en las pistas que pueda dar Powell sobre los tipos de interés. El mercado descuenta un recorte en la reunión de septiembre, que de producirse sería el primero desde que Trump llegara a la Casa Blanca. La debilidad del mercado laboral proporciona argumentos a los partidarios de una rebaja, pero la inflación, en el 2,7%, sigue siendo elevada, y el crecimiento del PIB resiste, desincentivando ese movimiento a la baja del precio del dinero. Esos datos mixtos amplifican el dilema para Powell, atado al mandato dual de lograr el máximo empleo posible manteniendo la estabilidad de precios.

Carsten Brzeski, jefe de Macro en ING, ve factible que Powell vuelva a dar señales clave. “La pregunta es si finalmente abrirá la puerta a un recorte de tipos en septiembre, y creo que sí. El enfriamiento del mercado laboral, las limitadas presiones inflacionarias derivadas de los aranceles y la alta presión política lo obligarán a adoptar un nuevo tono. Preveo un recorte de tipos de 25 puntos básicos en septiembre. 50 puntos básicos solo serán posibles si la economía se deteriora significativamente en las próximas semanas”, señala por correo electrónico.

Quedan todavía cuatro semanas para que la Reserva Federal anuncie su decisión sobre tipos de interés el 17 de septiembre, pero la intervención de Powell tiene el potencial de reforzar el sentimiento del mercado o de enfriar los ánimos. Si apuesta por lo segundo, o tira de ambigüedad, algo nada extraño tratándose de un banquero central, el riesgo de decepcionar a los inversores es alto, lo que podría traducirse en caídas de las Bolsas. Los principales índices cotizan cerca de máximos históricos, y en las últimas semanas se han alimentado de las expectativas de que se retomen las bajadas de tipos de forma inminente, por lo que la sensibilidad a cualquier detalle que altere el escenario proyectado es alta.

El dólar, que pierde en lo que va de año más de un 12% con el euro, también reaccionaría a novedades. Aunque los expertos en divisas de Bank of America Adarsh Sinha y Janice Xue creen que Powell optará por aguardar a los datos de empleo de septiembre para contar con más munición estadística antes de tomar una decisión, por lo que se mostrará cauto en Jackson Hole. Es poco probable que se desencadene una volatilidad importante en los mercados de divisas, especialmente en nuestro escenario base, en el que Powell elude comprometerse", auguran.

Pese a que la mayoría de inversores y analistas da por hecha la bajada de tipos, Lorenzo Codogno se desmarca. “Voy contra el consenso. No creo que la Fed vaya a recortar tipos. El PIB creció un 3% anualizado en el segundo trimestre, y el FMI proyecta un avance del 1,8% en 2025. El mercado laboral, pese a las revisiones negativas, está en el 4,2%, todavía un buen nivel. Si bajas tipos estimulas la demanda doméstica y tiras para arriba la inflación. Además tienes los aranceles. La subida de costes de los bienes importados la van a acabar pagando los consumidores de EE UU, y Powell sabe que hará subir la inflación. Lo normal es esperar y ver más datos”.

Mientras tanto, la contestación interna en la Fed es creciente. En caso de que Stephen Miran sea confirmado por el Senado a tiempo para la reunión de la Reserva Federal de septiembre, Powell contaría ya con tres disidentes dentro de su junta de siete miembros. La imagen de división es cada vez más clara: la última decisión de mantener los tipos sin cambios, a finales de julio, se tomó con el histórico voto en contra de dos gobernadores, aunque según las actas publicadas este miércoles, la mayoría de gobernadores todavía concedía más importancia al riesgo inflacionista que al de desaceleración.

Mucho más despejado se presenta el panorama para el BCE, del que los mercados no esperan recortes ni en septiembre ni en octubre. Y solo auguran entre cero y uno antes de acabar el año. Las palabras de Lagarde el sábado, por tanto, no estarán bajo el mismo escrutinio intenso que las de Powell. Con la inflación en el 2%, los tipos en el 2%, y Europa escapando al peor escenario de la crisis arancelaria, la situación parece lo suficientemente encaminada a corto plazo como para que la presidenta del BCE se inicie en la pesca de trucha con mosca durante sus días en el idílico entorno de Jackson Hole.

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Sobre la firma

Álvaro Sánchez
Redactor de Economía. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Bruselas y colaborador de la Cadena SER en la capital comunitaria. Antes pasó por el diario mexicano El Mundo y medios locales como el Diario de Cádiz. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.
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