La debilidad de la industria alemana lastra la economía europea, que creció solo un 0,1% en el segundo trimestre del año
El avance de la actividad española, de un 0,7% entre abril y junio, multiplicó por siete el de la zona euro


La economía europea está estancada. Crecer un 0,1%, como fue el caso de la zona euro en el segundo trimestre del año, o un 0,2% en el conjunto de la UE, según Eurostat, muestra una atonía que Europa no acaba de dejar atrás desde que Rusia invadió Ucrania, y que tropieza con obstáculos importantes cuando se empieza a levantar cabeza. El último: la guerra comercial empezada por Estados Unidos, de final todavía incierto. Esto también pasa porque ambas contiendas, la militar y la arancelaria, han pegado de lleno en el corazón de la principal economía de Europa, la de Alemania, y el gran motor de esta, su industria.
En las antípodas de esto y con un movimiento autónomo está España. Su economía sigue destacando muy por encima de la del resto de la UE. En el segundo trimestre, el PIB creció un 0,7%, siete veces más que la zona euro.
Las manufacturas germanas son la esencia de su economía. Sobre ellas, se asienta su fuerza exportadora. Pero esa industria se asentaba en un pasado geopolítico, post Guerra Fría, que ya no existe. La pandemia y la invasión de Ucrania se lo llevaron por delante, y el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, con la subida de aranceles, lo remataron. Esa geopolítica permitía a Alemania el acceso barato al gas ruso a un sector que consume energía en masa y exportar su maquinaria, su química y sus automóviles a Estados Unidos y China. Y como esto se ha evaporado, la industria alemana sigue fabricando por debajo de los niveles anteriores a la pandemia. El pasado junio, el índice productor se situaba en 90,2 puntos. Hay que bucear en las estadísticas hasta lo más profundo de la pandemia, octubre de 2020, para encontrar un dato más bajo.
Eso demuestra que la crisis alemana es estructural, de modelo. Se ve hasta en el último dato divulgado este jueves por Eurostat. Alemania se contrajo un 0,1% entre abril y junio. Es el mismo dato que se vio en la primera estimación. Sin embargo, hubo una corrección a la baja. El 0,4% de crecimiento observado en las primeras lecturas para el primer trimestre del año es una décima menor. Las consecuencias de esta anemia se ven en el resto de Europa, especialmente en los países más cercanos a la locomotora europea, más integrados en sus cadenas de valor.
Así, la producción manufacturera en Eslovaquia, en Hungría o en la República Checa retrocedió en junio. También lo hizo, y mucho, en Irlanda: un 11,3%. En este caso no es tanto por estar integrada en cadenas de suministro alemanas como por su dependencia de las exportaciones a Estados Unidos. Aunque las estadísticas irlandesas siempre hay que utilizarlas con mucho cuidado, por el gran peso que tienen las multinacionales digitales y farmacéuticas instaladas allí, la industria irlandesa produjo casi un 15% menos en abril y un 11,3% en junio. En mayo repuntó, pero no lo suficiente para compensar.
Todos estos países (Alemania, Eslovaquia, Hungría, Irlanda), más Italia, figuran entre los más expuestos a una batalla arancelaria con Estados Unidos por exportar volúmenes importantes de bienes al otro lado del Atlántico y tener una balanza comercial favorable. Esto les favoreció durante el primer trimestre del año, cuando muchos importadores estadounidenses adelantaron sus compras para sortear el incremento de tasas aduaneras que había anunciado Trump en su campaña electoral y en las semanas anteriores a su presidencia.
Ese movimiento favoreció mucho el crecimiento de sus economías en la primera parte del año. En cambio, en el segundo trimestre ha llegado la resaca y las compras adelantadas no se repitieron, con lo que el sector exterior ha aportado mucho menos al crecimiento o, incluso, ha restado. Es el caso alemán, pero también el de Italia, que ha repetido los dígitos germanos: un crecimiento del 0,3% hasta marzo, y una contracción del 0,1% en los tres meses siguientes.
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