Las fusiones bancarias nacionales no generan campeones europeos
Unicredit ha demostrado que no hace falta ser un mega banco para buscar dimensión transeuropea


Las fusiones bancarias nacionales no provocan fusiones transfronterizas europeas. La idea de que serían su condición o palanca, aireada a raíz de la opa del BBVA al Sabadell, es contraintuitiva. Parece obvia, pero no lo es. Esa apariencia obedece a que un cierto tamaño es imprescindible en un mercado amplio. Para todo: competir, mejorar la rentabilidad, diversificarse, y para…fusionarse.
Pero la realidad demuestra que durante los últimos tres decenios, la oligopolización doméstica —interna, en los Estados miembros de la UE— no ha desembocado en la constitución de grandes campeones a nivel europeo mediante absorciones (toda fusión desemboca en absorción). Tras un cuarto de siglo largo de euro, no existe una sola evidencia de esa hipótesis.
Sucede lo contrario. Lo ilustra el caso del banco que más destaca en el empeño, el Unicredit italiano, que llegó a su mayor apuesta, la de adquirir el Commerzbank alemán, en 2024: compró hasta un 28% y anunció una opa. Desde la fusión interna que maridó en 1998 a Credito Italiano y Uncicredito, el conjunto había absorbido en un lustro media docena de cajas, y en 2007 se hizo con otra entidad italiana, Capitalia. Como otros bancos destacados de distintos países.
Su hecho diferencial radica en que su propósito de saltar al nivel de campeón europeo se salpicó de adquisiciones foráneas (pero europeas): la compra del polaco Pekao en 1999, y las opas sobre el alemán Hypovereinsbank y el austriaco Creditanstalt en 2005. Y que eso le franqueó establecerse en la RFA, Austria, Hungría… y en otros 9 países de la Europa oriental. Lo característico es que el gran salto se ultimaba tras varias operaciones exteriores de menor cuantía.
En realidad, las fusiones internas acabaron en 2007. Y transcurrieron 16 años de quietud hasta 2024: nada de opas domésticas como preludio, semilla o palanca de una superapuesta europea. La de 2024 obedeció a la irrupción de un ejecutivo con ambición y sin aversión al riesgo, Andrea Orcel.
Más aún, Unicredit demuestra que no es preciso ser un megabanco para buscar dimensión transeuropea. No solo es que en Italia le adelanta el Intesa en el ranking por activos (datos de S&P, enero 2025). Es que ocupa un retrasado puesto número 15 en el ranking de los grandes europeos (incluye el HSBC, el Barclays, y el Lloyds británicos y la UBS suiza: así que a nivel UE, sería el número 11). Si siendo el undécimo hace tanto ruido, ¿por qué no le imitan los siete megabancos que superan el billón de euros en activos, Paribas, Crédit Agricole, Santander, Société Générale, BPCE, Deutsche y Crédit Mutuel?
¿Y por qué la Comisión, el Consejo, el Eurogrupo y un dirigente politizado del BCE hurgan en los proteccionismos de los Gobiernos como culpables de que no se alcance la unión bancaria, ni la unión del mercado de capitales? aquella sigue coja de un común Fondo de Garantía de Depósitos, ¡desde 2015!; esta, huera de propuestas institucionales desde 2020. Algunos siembran venenosos elogios del accionista como única verdad: ¿salvarán los accionistas a sus bancos demasiado grandes para quebrar, si hay un tornado en, digamos, México o Turquía? ¿o endilgarán el rol del pagano otra vez a los contribuyentes?
Los obstáculos a la consolidación bancaria transfronteriza desbordan el ámbito de los Gobiernos. Porque es mayor la dificultad de generar sinergias de costes (por despidos y cierres de oficinas) en fusiones transeuropeas; juega en contra una larga tradición nacional; hay una gran fragmentación de regulaciones y fiscalidades… En ausencia de esa iniciativa europea, impera lo fácil, incrementar el oligopolio nacional. Cada vez menos entidades, pero más enormes, en mercados minúsculos. Con solo uno o dos grandes bancos en cada Estado miembro (y creciente resistencia social a la concentración), las fusiones europeas serían un milagro. Lo contrario de lo que parece.
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