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Trump da la puntilla a Bretton Woods

La guerra comercial desatada por el presidente republicano en su segundo mandato pone contra las cuerdas el legado multilateral nacido tras la Segunda Guerra Mundial

Aranceles Trump
Dani Cordero

Han bastado tres meses en la Casa Blanca para que Donald Trump haya puesto el orden mundial del revés. La subida del arancel medio que aplica a las exportaciones hasta el 20% anunciado este miércoles es solo un último paso en la escalada de su batalla comercial. Hace diez años, en una situación como la actual, su decisión no hubiera tenido mucho recorrido. Cualquier Estado o empresa afectada llevaría esa propuesta al mecanismo de resolución de conflictos de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y esta, previsiblemente, le obligaría a corregir sus decisiones. Pero Trump ya dejó claro en su primer paso por la Casa Blanca que ese ente no tenía por qué entrometerse en su camino. En este segundo mandato parece dispuesto a darle la puntilla a ese mecanismo y a gran parte del legado que nació en 1944, bajo el liderazgo de Estados Unidos, en las conferencias de Bretton Woods.

Allí nacieron tanto el Fondo Monetario Internacional (FMI) como el Banco Mundial, y ya surgió una idea de la OMC, aunque su constitución definitiva llegó medio siglo después. Con una Europa devastada tras la Segunda Guerra Mundial, en aquellas tres semanas de reuniones se forjó un nuevo orden económico mundial sellado por 44 países. A grandes trazos, el Fondo financiaría las balanzas de pagos de países que tenían problemas con la deuda y el Banco Mundial daría préstamos para la reconstrucción. Han cambiado muchas cosas desde entonces —el patrón oro sostenido por el dólar, por ejemplo—, pero otras ideas pergeñadas en esa pequeña población estadounidense han pervivido, como la conversión del dólar en moneda hegemónica y cierto consenso sobre cómo una estructura de organizaciones con presencia del mayor número de países posibles era básico para generar estabilidad económica y financiera en el mundo.

“El multilateralismo da certezas y predictibilidad, es un cojín de olas expansivas. Por ejemplo, cuando EE UU y la Unión Europea se peleaban por las subvenciones de Boeing y Airbus, iban a la OMC y al final esta dictaba la imposición de unas compensaciones que se tenían que cumplir. Ahora esa batalla escala sin freno y puede afectar a los productores de manzanas de Lleida o a los de aceite de Jaén”, afirma Ángel Saz, director del Centre for Global Economy and Geopolitics (EsadeGeo). Se refiere a Trump. El presidente estadounidense ha decidido que, en aras de su teoría sobre la situación económica interna de Estados Unidos, los aranceles son su principal baza para impulsar la industria nacional, rebajar su déficit comercial y conseguir ingresos extra para rebajar impuestos. Es una lógica que muchos economistas no comparten. Uno de ellos es Xavier Vives, profesor de IESE. “Es un plan clásico de aislacionismo y de reversión de la globalización y al final —dice el académico— supondrá menos crecimiento para todo el mundo; los efectos serán negativos: lo dice la teoría y la experiencia. La de Trump es una Administración revolucionaria y eso aterroriza a quienes se oponen, por lo que las empresas retendrán inversiones”, asegura.

En todo caso, en esa lógica Trump no quiere mediadores y la OMC lo es. “Es un shock claro para el desafío de estas instituciones, porque se está reconfigurando el sistema de poder del siglo XX y Estados Unidos está explorando los límites de su poder y no le gusta que haya instituciones o terceros poderes que lo limiten”, conviene también Víctor Burguete, investigador senior de Geopolítica Global y Seguridad del CIDOB.

El presidente americano ya ha dado claras señales en esa dirección, y no solo en el ámbito económico. Ha abandonado el Acuerdo del Clima de París que sí firmó Obama y ha anunciado la salida de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esas fugas se suman a la no participación histórica en otras instituciones globales, como el Tribunal Penal Internacional. El varapalo a las reglas del comercio mundial que ha ido anunciando desde la precampaña van igualmente en esa línea que ya tomó durante su primer mandato, cuando optó por bloquear el organismo de apelación de la OMC frenando el nombramiento de jueces.

La realidad es que es una lógica compartida por otros presidentes norteamericanos. Biden tuvo cuatro años para desbaratar lo que Trump había hecho en su primera presidencia con la organización y no lo hizo. De hecho, fue más allá con su aprobación del IRA (Ley de Reducción de la Inflación, por sus siglas en inglés), que impulsaba las inversiones en Estados Unidos para mejorar la productividad y combatir el cambio climático y cuestionaba claramente los cimientos de la OMC. “En lo único en que están de acuerdo republicanos y demócratas seguramente es que la globalización ha sido negativa para la economía americana”, dice Federico Steinberg, investigador principal del Instituto Elcano y catedrático Príncipe de Asturias en Georgetown.

Tras esa alergia a un organismo que genere la paz comercial parece existir un discurso estadounidense, según afirma Saz, de que el organismo ha fallado en que China, gran competidor de Estados Unidos, no haya dirigido su modelo hacia un capitalismo de mercado real. Y ahora ese discurso se puede beneficiar de la situación de debilidad del sistema, cuestionado porque sus orígenes se remontan a 80 años atrás. Si bien ha ido cambiando a golpe de crisis políticas y económicas, y según los intereses de los grandes poderes occidentales, hay un consenso sobre la necesidad de que se reformule para adaptarse a los tiempos actuales y para dar más protagonismo a los países en desarrollo. “Es necesario un nuevo Bretton Woods donde los países acuerden una nueva arquitectura financiera internacional que refleje las realidades económicas y las relaciones de poder actuales”, señaló António Guterres, el secretario general de Naciones Unidas, en 2022.

Como recuerda Burguete, desde su creación hay en el mundo 193 países más y hemos pasado de un mundo colonial a otro globalizado. “El sistema multilateral está en la UCI”, insiste el investigador del Cidob, convencido de que el presidente estadounidense ha pasado de “pervertir las normas” a su favor en el primer mandato “a atacarlas directamente”.

Donde no ha habido movimientos es justamente en las dos institucionales originales de Bretton Woods. En opinión de Steinberg, EE UU difícilmente saldrá del FMI: es un organismo influyente, le cuesta poco dinero, tiene su sede en Washington y, quizás lo más importante, tiene poder de veto. Y con el Banco Mundial pasa un poco lo mismo, aunque sí es posible que se salga de otros bancos regionales, como el Interamericano de Desarrollo. Lo que está claro es que Trump está probando las costuras de un orden internacional que había envejecido.

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Sobre la firma

Dani Cordero
Es integrante de la redacción de EL PAÍS en Barcelona, donde ha desempeñado diferentes roles durante más de diez años. Licenciado en Periodismo por la Universidad Ramon Llull, ha cursado el programa de desarrollo directivo del IESE y ha pasado por las redacciones de 'Ara', 'Público', 'El Mundo' y 'Expansión'. 
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