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Crítica:TEATRO | F3DRA (PLEASURE AND PAIN)
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Dolor y desmesura

Fedra, la princesa cretense que se enamora apasionadamente de su hijastro Hipólito, el hijo de Teseo, es el personaje en el que centran su atención las componentes de Q-Ars Teatre (Anna Güell y Mercè Anglès) en complicidad con la autora del texto, la brasileña afincada en Barcelona Marilia Samper (1974). Y de Fedra se quedan con la atemporalidad de su deseo. A partir de esta idea, Samper ha construido una pieza en la que entreteje las historias de tres mujeres, de ahí la grafía del título, F3dra, que poco o nada tienen que ver con Eurípides o Racine, más allá de la errática anécdota de un amor imposible. Ni Teseo, ni la nodriza Enone, ni acusaciones falsas, ni honor mancillado, ni siquiera la lucha interna de la protagonista por sus sentimientos prohibidos. Ellas son contemporáneas, solo sienten dolor y muestran desmesura.

F3DRA (PLEASURE AND PAIN)

De Marilia Samper. Traducción: Marc Artigau. Dirección: Pep Pla. Intérpretes: Anna Güell, Mercè Anglès, Montse Morillo, Jaume Madaula. Escenografía y vestuario: Montse Amenós. Iluminación: Sylvia Kuchinow. Espacio sonoro: Bárbara Granados. Sala Beckett. Barcelona,

15 de septiembre.

La historia de Vera (Anna Güell) es la única que sigue, aunque desde la ficción, el hilo de la tragedia clásica, pues figura que es una gran actriz que está representando a Fedra en un teatro londinense y que se enamora del joven actor que encarna a Hipólito en un intento desesperado de recuperar algo de su apagada juventud. Después tenemos la historia de Freddy (Mercè Anglès), la camarera de un pub que se enamora de su joven cuñado y que enlaza con Fedra a través de la fonética de su nombre y de su origen griego, y la de Sarah (Montse Morillo), una joven lesbiana y desequilibrada que se enamora de la actriz y acaba en un centro psiquiátrico, y cuyo nexo con la figura clásica será su trágico final. Entre las tres mujeres, el joven (Jaume Madaula) que hace las veces de actor, de cuñado y de enfermero.

Las tres tramas se desgranan y se superponen en un escenario atiborrado de estructuras de cama oxidadas, somieres desvencijados, escombros y enseres varios que vienen a simbolizar, imagino, el estado de ánimo de las protagonistas, que es de agónico hundimiento. Una confusión, la del espacio escénico, que se une a la de la puesta en escena: los diálogos se solapan entre ellos, las acciones van a menudo acompañadas de gritos y a todo ello se añaden, cada tanto, unos interludios musicales. No sé dónde queda el placer del subtítulo, Pleasure and pain, inspirado en el tema de Ben Harper. Yo solo me quedo con lo que tiene Vera de Margo Channing, el personaje de Bette Davis en Eva al desnudo, ese sarcástico aplomo. El resto, por desquiciado, me resulta tremendamente ajeno.

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