Hipotecas a partes iguales
Nadie dijo que la senda hacia la igualdad fuera un camino de rosas. Hasta ahora, algunos jueces tendían a beneficiar a la mujer en caso de divorcio obligándole a pagar una parte menor de la cuota de la hipoteca de la vivienda familiar en base a sus menores ingresos. Ahora, el Tribunal Supremo ha sentado jurisprudencia con una sentencia que, a corto plazo, puede perjudicar a muchas divorciadas: la hipoteca, ha dicho el alto tribunal, no es una carga, sino una deuda de la sociedad de gananciales que al final otorgará la propiedad de la casa a ambos cónyuges a partes iguales. Por tanto, ambos deberán pagarla en la misma proporción.
Algunos expertos, como la abogada de familia Susana Moya o el sociólogo Carles Xavier Simó, han alertado contra esta nueva doctrina. Alegan que perjudicará a las mujeres, que suelen sufrir una posición económica y laboral peor que la del hombre. Es un argumento que no convence ni a algunas feministas ni a la ponente del tribunal, Encarnación Roca Trías, la primera mujer, por cierto, en formar parte de la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo.
Hace apenas dos meses otros jueces, los del Tribunal Europeo de Justicia, dictaminaron que las aseguradoras deben dejar de beneficiar a las mujeres en los seguros del automóvil; una práctica habitual habida cuenta de la menor siniestralidad de las conductoras. Pronto, en toda Europa, se impondrán los seguros unisex; más caros para todos (es improbable que las compañías igualen las primas por abajo), pero mucho más equitativos y menos prejuiciosos, pues nada salvo la estadística indica a priori que un hombre no pueda ser tan prudente o más que una mujer al volante.
La sentencia del Supremo se presta a un acalorado debate en el que los prejuicios, como con los seguros, serán los peores consejeros. Los hay que se quejan de ser siempre los que pagan y las hay que aseguran pagar el 100% de hipotecas y manutenciones por impago de sus exmaridos. Es de esperar que los jueces sigan teniendo en cuenta todos los condicionantes de cada caso, que los prejuicios y la brecha salarial femenina pasen a mejor vida y que la crisis no obligue a unos y otras a quedarse sin casa pero con hipoteca; a medias, claro.
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