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Columna
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Los pobres desgraciados hijos de perra

El lector valenciano de Carlos Marzal se va encontrar en su libro reciente, Los pobres desgraciados hijos de perra (Tusquets), con unos paisajes familiares muy bien descritos. Entre ellos, sierra Calderona, L'Eliana, Portaceli sobre todo, y la propia ciudad de Valencia. Pero este libro retrata también, y con acierto, una época y un tipo de sociedad. Y no faltan en él sensaciones ni aromas: está lleno de atmósferas, emociones, sutilezas y estados de ebriedad vital, contados sin eufemismos. Es un libro sobre la juventud lleno de juventud y porque pasan por él el drama y la risa en buen equilibrio un libro lleno de entusiasmo. Tal vez lo que pretendía Mauro, personaje de uno de estos relatos, con su primer libro: "un himno a la adolescencia", dice, "ese periodo de desesperada plenitud". Y añade: "Un libro que aspiraba a concentrar el aroma a galán de noche y la sensación de llevar el bañador mojado".

Marzal, aquí, se ha valido mucho de la memoria, lo cual no quiere decir que le haya sido fiel. Pero yo diría que casi siempre desde la memoria personal, si se atiende a las coincidencias de su vida con los relatos, aunque quizá cambien los nombres, se modifiquen los hechos o pase de la primera persona a la tercera en su narración; aunque a veces los otros sean él, quizá, o él se encarne en los otros, tal vez; o se contemple en ellos desde fuera. En todo caso, aquí aparece no sólo la memoria de lo vivido por el autor, sino también, y como ocurre especialmente en la última parte del libro, la memoria de lo visto y lo pensado por él. El primer relato ya es un ejercicio de memoria que te invita a seguir leyendo con la disposición con que uno se asoma a un libro de memorias. Y eso mismo fue lo que me llevó a creer que podía estar leyendo una novela, al modo en que Caballero Bonald toma por novelas sus memorias. Novela de la memoria, dice. Novela de la memoria porque en su caso, como en el de Marzal, no renuncia al vuelo de la imaginación, a escapar de la memoria para volver a ella, que es lo que Marzal hace con frecuencia. Pero otra de las razones para pensar que podría ser una novela no es la narratividad misma, común a la novela y al cuento, sino esas abundantes incursiones en la reflexión, ya sea sobre el fútbol o el deporte en general, la música, la literatura, la juventud, la infancia, la gastronomía, el vino, la enfermedad, el dolor, el erotismo, la muerte, los ricos o los poderosos, y algunos otros asuntos, que nos muestran al reflexivo Marzal de siempre y a veces al Marzal de sus aforismos o sus poemas, tan bueno como el Marzal narrador.

Todo esto quiere decir que si Los pobres desgraciados hijos de perra es un libro de cuentos es un muy buen libro de cuentos, cuyas piezas pueden ser leídas por separado, ya que cada una de ellas posee su propio aliento, su propio ritmo, su estructura propia. Pero puede suceder que a lo largo de su lectura, mientras se van recuperando personajes dejados atrás, paisajes o atmósferas comunes, reflexiones de un relato vinculadas a otros, o incluso vínculos no demasiado explícitos entre uno y otro relato, uno pueda llegar a preguntarse si esto es o no una novela. A lo mejor es una novela. Y en cuanto a la prosa de Los pobres desgraciados hijos de perra, quizá no sea esta la de Los reinos de la casualidad, la única novela de Marzal hasta ahora, pero participa de sus claves. Mauro, el personaje ya citado, descubrió con los años algo que tiene que ver con la obra de Marzal, "que la poesía de la alta poesía y la poesía de la buena prosa no eran dos asuntos diferentes, sino dos formas idénticas de aspirar a lo mismo: la poesía". Tengo para mí que el autor debe estar muy de acuerdo con él.

Los pobres desgraciados hijos de perra no sólo está a la altura de toda la obra de Marzal, sino que la complementa y la eleva. La naturalidad de su lenguaje, su rica sencillez, alcanza aquí más altas cotas. Y aunque el reconocimiento de la amenidad en una obra seria parezca con frecuencia un elogio menor ya verá el lector cómo ser ameno y hondo a la vez no sólo es posible sino muy recomendable.

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