"Vergonzoso" e "indigno"
Los medios y aficionados brasileños van del silencio a la indignación

Brasil no estaba preparado para salir ayer del Mundial. El país se había paralizado. Había ya un clima de equipo favorito al título. Se hacían pronósticos sobre la final. Por eso fue muy mal recibido el resultado, aunque, más que con pena, con irritación. Tras haber vibrado en el primer tiempo, felices de que la canarinha hubiera vuelto a sus mejores tiempos, llegó la ducha de agua fría del segundo, calificado de "vergonzoso".
Cuando acabó el partido y el locutor de TV Globo, Bueno Galvão, pronunció la frase fatal, "Brasil está fuera del Mundial", fue como si sobre el país hubiese caído una losa de silencio primero y después de indignación.
La irritación tuvo nombres propios, como Melo, a quien no le perdonan haber pisoteado al holandés Robben acabando por ser expulsado y perjudicando al equipo. "Eso no es digno de un brasileño", comentaban los aficionados en los twitters. También fue criticada la arrogancia de Carlos Dunga, que intentó justificar lo injustificable y que ya había irritado durante todo el Mundial con sus secretismos, sus insultos a los periodistas y su falta de sonrisas.
El juego fue calificado de "descontrolado" tanto "técnica como emocionalmente". Nadie entendió cómo Brasil acabó hundiéndose en la segunda parte y cómo Holanda fue capaz de zarandear de aquella forma al pentacampeón del mundo.
"Brasil está de luto", "se acabó el sueño", "hasta dentro de cuatro años", se decía en todas las radios, televisiones y páginas de Internet. Y dentro de cuatro años será aquí en Brasil. Los más optimistas se consuelan ya pensando en el desquite para entonces.
La imagen más expresiva fue la del portero Julio César llorando como un niño grande. Intentando consolar a los desconsolados y apaciguar a los irritados, dijo queriendo en vano comerse las lágrimas: "Después de todo, no es el fin del mundo".
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