La desmitificación de los superhéroes

Reírse de algo no es lo mismo que reírse con algo. Depende del grado de cariño que se le ponga al elemento paródico y Matthew Vaughn no ha medido del todo bien su amor por los cómics: Kick-ass (literalmente, patada en el culo), perversión referencial sobre las clásicas historias de superhéroes, basada en el cómic de Mark Millar y John S. Romita Jr., empieza siendo un notable, divertido y gamberro ejercicio de reciclaje de situaciones en versión cafre, para acabar resultando un filme de enmascarados justicieros al uso, hiperviolento y de factura técnica impecable. Es decir, con el transcurso del metraje se termina olvidando que estamos ante una transgresión cutre de la acción, ante un jocoso delirio protagonizado por un pajillero adolescente colgado por los superhéroes y, por supuesto, sin ningún superpoder, al que los malos machacan en cada tentativa justiciera, y una niña de 11 años adicta a las navajas de mariposa y a los bazucas, que sueña con vengar la muerte de su madre.
KICK-ASS
Dirección: Matthew Vaughn.
Intérpretes: Aaron Johnson, Mark Strong, Nicolas Cage, Christopher Mintz-Plasse.
Género: comedia. EE UU, 2010.
Duración: 117 minutos.
De punto de partida semejante a la visión de Alan Moore y Dave Gibbons en la novela gráfica Watchmen, con los superhéroes como gente corriente que se busca una identidad para enfrentarse a los malos, aunque pasada por la batidora de la desmitificación, cual Don Quijote con las novelas de caballería, la película apunta pero no remata, como una de esas venganzas románticas a las que en el último momento les pierde la nostalgia por los tiempos vividos. Esto, que dicho de este modo solo parece tener consecuencias para la película en sí, conlleva sin embargo peligrosas derivaciones para sus hermanas mayores: las producciones de enmascarados atacadas por el síndrome de la grandilocuencia narrativa, tratadas desde diversos ámbitos de la crítica y del público como poco menos que una mezcla entre Crimen y castigo y El Padrino, y que sin embargo en la mayoría de las ocasiones no van mucho más allá de la meta alcanzada por un producto con sabor a coña como Kick-ass.
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