Minaretes y referéndum

Dentro de la historia de los minaretes que no se podrán construir en Suiza, según se ha decidido por referéndum, me llama la atención una cosa en particular: algunos políticos y miembros de Gobiernos europeos se han escandalizado primero y han afirmado después, sin sonrojarse: "¡Es que hay cosas que no se deben preguntar en referéndum!".

La democracia europea, muy orgullosa de sí misma, no le llega a la democracia suiza ni a la altura del betún. ¿Deberíamos revisar los europeos de la Unión nuestra idea de democracia?

Está claro que la de Suiza es una democracia directa de la que nosotros carecemos casi por completo, pero, por el contrario, ¿hemos convertido a nuestros dirigentes en una clase de tutores que mueven la cabeza en gesto de reproche ante una ciudadanía que se expresa?

Nuestros gestores (y digo gestores en vez de representantes) parecen interesados en una ciudadanía pasiva, dócil, civilmente inactiva y acrítica -me remito a la televisión como ejemplo y si alguien tiene dudas que ponga el canal internacional de la televisión española-. Pero a cambio, cuando se les pregunta sobre temas delicados, como por ejemplo su opinión sobre la democracia, la igualdad de las mujeres, la libertad de expresión y religión, etcétera, quieren una respuesta digna de un doctor en ciencias políticas.

Ante esto, y sabedores de la incongruencia, algunos políticos declaran con toda tranquilidad que lo mejor es no preguntar.