Trinchera
Lo pensaban los viejos mercachifles, pero también lo piensan ahora grandes compañías como Telefónica: dennos la clientela y ya se nos ocurrirá más adelante cómo sacarles el dinero. Eso es lo que están haciendo periódicos como The Guardian, que pierde una fortuna tanto en su edición de papel como en su edición digital, pero entretanto va ganando lectores: a su tradicional posición hegemónica dentro del mundillo progre británico ha añadido, gracias a Internet, millones de seguidores en un mercado tan interesante como el estadounidense. Pierde mucho dinero ahora, pero cuenta con ganarlo en el futuro. Tal vez porque en The Guardian creen en lo que hacen y creen que más adelante, con otro modelo de negocio, seguirá siendo útil. Les importa captar clientela. Y asumen que en el futuro deberán preocuparse por rentabilizarla.
Rupert Murdoch ha emprendido la vía contraria. Eso dice, al menos. Ha anunciado que declarará la guerra a Google, el gran distribuidor de contenidos, y que combatirá incluso a las radios y televisiones que, tradicionalmente, se nutren de los periódicos para dar sentido (en los casos en que aspiran a dar un sentido) a sus imágenes. El imperio periodístico de Murdoch quiere parapetarse en la trinchera del pago. Acepta perder difusión, y potencial clientela, a cambio del dinero inmediato.
No alcanzo a imaginar que abunden en el mundo las personas dispuestas a pagar en Internet por ver las tetas de la tercera página en The Sun: las tetas ya son universalmente gratuitas. Sí parece más razonable que ciertas personas paguen por los artículos de The Times o The Wall Street Journal, o por su banco de datos. ¿Serán muchos? Difícil. Otros, como The Economist, llevan ventaja en ese terreno.
El dilema entre pago y difusión está en el corazón de la crisis de la industria periodística. Nunca se ha leído tanto como ahora; nunca tanta lectura ha dado tan poco dinero.
Quizá tenga razón Murdoch. Quizá haya que atrincherarse. Esa actitud, sin embargo, va contra la esencia del periodismo. Se puede ganar mucho dinero vendiendo información a pocos clientes, pero ése es el oficio de los detectives o de quienes trafican con noticias mercantiles. El periodismo es otra cosa.
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