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Dos cadáveres que nadie reclamó

La policía admite que en cuatro meses no ha hallado ni una pista fiable sobre el asesinato de dos chinas en Pontevedra

El doble crimen de dos masajistas asiáticas descubierto en Pontevedra el 29 de abril fue obra de profesionales, según creen los investigadores del caso, que no han encontrado rastro de sus autores. Las pesquisas se dirigen hacia un amplio espectro de posibles móviles que podría tener su origen en el oficio que practicaban las víctimas, relacionado con la prostitución.

Con todas las líneas de investigación abiertas y con los datos objetivos encontrados en los dos escenarios de los crímenes, donde no se halló ni una sola gota de sangre, para los analistas policiales cobra fuerza la hipótesis de que tras el modus operandi (asfixia y estrangulamiento sin violencia) esté la temida mafia china que intenta controlar las redes de todo tipo de negocios. Pero tampoco se descarta que, por razones de otra índole, haya actuado por encargo algún experto sicario.

"Podríamos estar ante un caso que no se resuelva nunca", admite el fiscal

En la Fiscalía de Pontevedra, el teniente fiscal César del Pozo es el encargado de este caso rodeado de misterio y de un estricto secreto sumarial. En julio, recibió un extenso informe de la policía científica que resume las pesquisas que se han realizado sobre los asesinatos y que, siguiendo un orden cronológico de las actuaciones, se remonta al 21 de mayo. Desde entonces no hay ningún imputado en la causa y sólo una persona fue citada para comparecer, pero su declaración no dio resultados.

El fiscal no oculta su preocupación ante el hecho de que no se haya descartado la intervención de la mafia. "Podríamos estar ante un caso que tal vez no se resuelva en mucho tiempo o incluso nunca", comenta. Del Pozo sólo se ha limitado a indicar que "la investigación no ha dado los frutos suficientes para detener a nadie pero tampoco se dan las condiciones para acordar su archivo. Hay que esperar", añade.

Los análisis forenses sitúan la muerte de Guang Qu y Kun Yong casi 48 horas antes del hallazgo de los cadáveres por un amigo de las víctimas. Una de ellas había sido estrangulada y envuelta en una sábana y la otra, que apareció en una habitación contigua, estaba maniatada y murió asfixiada con una cinta adhesiva. Ambas llevaban apenas tres meses viviendo en un piso alquilado de un edificio de reciente construcción en la calle Amado Carballo donde sus clientes iban a recibir masajes. Incluso llegaron a publicitar sus servicios en un periódico local.

Los vecinos sólo las conocían de verlas entrando o saliendo del ascensor y algunos intercambiaban un escueto saludo sin saber siquiera a qué se dedicaban. La empleada de una cafetería del barrio las veía de vez en cuando paseando con un grupo de asiáticos por la ciudad. Antes, habían vivido una larga temporada en otro céntrico edificio de Pontevedra.

Una semana después de los asesinatos, los cadáveres de las dos mujeres aún reposaban sobre las mesas de la antigua morgue del cementerio municipal de San Mauro. Nadie los reclamó. El ayuntamiento tuvo que encargarse de darles sepultura y solicitó, entonces, su inhumación al juzgado número 3 de Pontevedra, que instruye el caso.

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