'Teatrillo'
En 1929, el escritor húngaro Frigyes Karinthy formuló por primera vez la teoría de los seis grados de separación, que postula que cualquier persona del planeta se puede conectar con otra mediante una cadena de conocidos que sólo tendría seis eslabones. Banalizando, quiere decir que si, por ejemplo, quiero ponerme en contacto con Barack Obama, sólo tengo que poner a trabajar en ello a las 500 personas que conozco mejor; cada una de ellas haría lo propio con sus 500 allegados, y así, sucesivamente. Al cabo de cinco saltos, ya tendría línea directa con el presidente de Estados Unidos (si hubiera conocido esta teoría Zapatero se hubiera ahorrado muchos esfuerzos diplomáticos).
A finales de los sesenta, la teoría se demostró con éxito mediante un experimento que consistía en el envío de tarjetas postales. Se precisaron únicamente entre cinco y siete intermediarios para poner en contacto a dos personas que no se conocían de nada. Lo curioso es que en 2001, ya en plena era de Internet, el experimento se repitió pero esta vez mediante el envío de correos electrónicos. Y también resultó que bastaban cinco e-mails para unir a dos desconocidos.
Mi conclusión, tan obvia como posiblemente cerril, es que el mundo sigue siendo igual de grande o de pequeño independientemente del desarrollo tecnológico. Particularmente, creo que nuestro universo real, donde pasamos la mayoría del tiempo, es muy reducido. Y que la gente que efectivamente forma parte de nuestras vidas se puede contar con los dedos de las manos (añadamos los de los pies en los casos más populares).
A ese ecosistema minúsculo y habitable que cada uno lleva consigo, yo le llamo el teatrillo. Y es que los decorados son escasos -la casa, la oficina, el aula- y el elenco de actores -padres e hijos y un par de amigos-, también. El texto de la obra se va actualizando a medida que envejecemos pero también suele ser trivial, como el de esas obrillas para aficionados en las que se pasan todo el tiempo diciendo chistes facilones y frases hechas, y entrando y saliendo por puertas falsas.
Internet nos ha hecho creer en la ilusión de que podíamos salir del teatrillo y representar nuestra obra en escenarios colosales. Los chats, el Facebook, los Match.com nos brindan aparentemente miles de compañeros de reparto donde elegir. Pero no son más que figurantes. No podemos hacerles partícipes de nuestras tragedias cotidianas -la muerte de la madre, la pérdida del empleo o un desamor- porque detrás de esas redes sociales no hay personas, sino nodos y enlaces. Lo supurantemente humano se sigue representando en el teatrillo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.