El garito electrónico
Las viejas leyendas van de mal en peor en estos tiempos hipertecnológicos en los que basta con darle a una tecla para conocer a fondo cualquier cosa. Hay muchos que de verdad se lo creen, y obran en consecuencia. Todo es fácil y todo está en la Red, basta con ponerse.
Ese culto a la inmediatez puede acabar incluso con la hondura crepuscular y el punto trágico que siempre se ha asociado al póquer. Según contaban las películas del Lejano Oeste, allí lo practicaban tipos poco presentables. Facinerosos que se manejaban con las cartas, pero que lo hacían aún mejor con el revólver. El póquer tiene que ver con los mafiosos, con los periodistas que están de vuelta de todo, con los que no tienen nada que perder. Una timba en pleno franquismo tenía aire de conspiración: largas horas de concentración, mucho humo, mucho dinero, y las palabras justas. Se ha dicho que quienes saben jugar al póquer conocen mejor los laberintos del alma humana.
Hoy las cosas han cambiado. El joven Isaac Mayolas, que ha creado una web donde se juega al póquer y donde se aprende a ser un profesional, entiende que este juego es una actividad comparable al ajedrez o a cualquier deporte. Se acabó la noche, el tabaco y el humo, se acabó el whisky y el tugurio, la tensión y las miradas torvas. Se acabaron, incluso, los balazos. Ahora toca entrenar. Hay que trabajar duro y tomárselo con disciplina, explica Mayolas. Le enseñaron a jugar en un tren y un día ganó 125.000 euros con el póquer. Parte de ese dinero le sirvió para crear su web.
Cuando defiende el carácter deportivo de este juego, donde el elemento agónico crece según el dinero que se apueste, Mayolas no engaña: que nadie quiera parecerse al Brad Pitt de Ocean's Eleven, "un tipo canalla y rompedor que vive al límite", dice. Y es que hay que preparar a la gente para una actividad indolora, limpia y saludable. Hoy, uno se arruina (o triunfa) en soledad, delante del ordenador y con una tarjeta de crédito. Lejos de los tugurios y la mala vida. Para ser un buen jugador, ya no se trata de penetrar en los misterios del corazón humano. Lo que se necesita son grandes dosis de matemáticas y lógica, un poco de psicología, fuerza de voluntad y resistencia física.
A jugar.
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