Los grandes nombres salvan el 33º Saló d'Antiquaris
Han sido poco menos de 20.000 visitantes, 3.000 menos que el año anterior, los que se han acercado a Montjuïc durante la 33ª edición de Antiquaris, el salón de antigüedades y arte moderno, que cerró sus puertas ayer. Y las ventas, como era previsible, también han bajado (alrededor del 15%, según algunas fuentes), pero los participantes se van moderadamente satisfechos. De ello se han encargado los grandes nombres del arte catalán, que han seguido manteniendo las ventas. Son un valor seguro y la demostración de que la crisis no afecta a todos por igual.
"Se ha confirmado que se trata de un sector que no está sujeto a las mismas reglas que otros: la crisis se nota, pero los coleccionistas no han desaparecido", aseguró ayer a este diario Marc Calzada, presidente del salón.
La habitual opacidad del sector, acrecentada por la crisis, impide tener datos. Los resultados más destacables han llegado de los grandes nombres, empezando por el de Joan Miró, del que se han vendido varias obras. También han salido telas de Casas (David Cervelló), Nonell (Roger Viñuela), Huguet y un jarrón en terracota de Picasso (Dolors Junyent), pero no ha habido comprador para la pieza más cara, un Sorolla de 700.000 euros (Alcolea Nonell).
El 'pop', con futuro
Según Calzada, la admisión en el salón de un reducido número de galerías dedicadas al mobiliario y las artes decorativas del siglo XX, hasta ahora restringido al modernismo y art déco, ha despertado gran interés y ha abierto la feria a nuevos públicos. "Es un sector que impulsaremos", indicó el presidente. "Ha habido mucho interés y debate, pero no ventas. Hace falta educar al público, sorprendido porque el precio de las primeras ediciones le parece elevado; es un camino por recorrer", cree Miquel Alzueta, veterano que exponía muebles italianos del XVIII junto a sillas de Arne Jacobsen y las célebres lámparas Gras, que puso de moda Le Corbusier. Según Adrián San José, de la galería Aroya de Zaragoza, que vendió una mesa para despacho de la Bauhaus, "gracias a las revistas estamos acostumbrados a valorar los muebles hasta la década de 1950, mientras que el pop de los sesenta y setenta queda aún demasiado cercano". A pesar de ello, el jovencísimo galerista Joan Cervelló (Las dos coronas), especializado en la década de 1960, con piezas tan emblemáticas como la butaca de Steen Ostergaard para Star Trek y el diseño orgánico de Eero Aarnio, halló comprador para un mueble tocadiscos en forma de ovni.
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