Como un tequila dando patadas en el estómago
Son las 22.30 y un grupo de 30 chicas invade el escenario. En medio del motín, el cantante Rubén Albarrán, de algo más de metro y medio de altura, trenza sobre la espalda y cara de buen tipo, canta como puede la Chica Banda, un directo tema de amor dedicado a una chica punk. Termina la canción y Rubén, sin querer, pone en marcha su imán sexual: las chicas se abalanzan sobre él para arrancarle un beso. Ocurre en todos sus conciertos, así que para que el espectáculo pueda continuar, el cantante se escabulle -más bien huye- por detrás del escenario con una sonrisa. Es lo que se vio en el ecuador del portentoso concierto de dos horas que Café Tacvba dio ayer en Madrid.
Muchos los han comparado con Radiohead. Su "versión mexicana", decían las etiquetas publicitarias. Pero cuesta imaginar al público del grupo inglés salir de su concierto con agujetas, como les pasó a las casi 500 personas que abarrotaron Joy Eslava anoche -las entradas estaban agotadas hace días-.
Café Tacvba es más. Es más rock, es más ska, más pop, es más música de baile... Un espectáculo imprescindible si le va esto de la música verdadera. "Levanten las axilas", dijo Rubén antes de revolverse con la electrizante Ingrata. "Huele a amor, a humanidad, a rock and roll". Lo de anoche fue una demostración de fuerza. Café Tacvba sabe agarrar por el cuello a su público y llevárselo a su terreno. De la suavidad de El baile y el salón o Trópico de Cáncer, saltan en un suspiro a temas que tienen la fuerza de un tequila dando patadas en el estómago, como Volver a comenzar o No controles (una versión hardcore del tema de Olé Olé).
Hasta Joy Eslava sonó bien. Una prueba más de que la calidad del sonido de las salas de Madrid no tiene nada que ver con el espacio, sino con el talento del grupo que las llena. Y si lo hace un grupo como Café Tacvba, con uno de los mejores directos del globo, el resultado es de diez.
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