Rajoy cierra en falso la crisis del PP catalán al mantener la vieja guardia
Los hermanos Fernández Díaz retienen el poder, mientras Nebrera sigue
El líder del PP, Mariano Rajoy, limpió la cara al partido en el reciente congreso de Valencia y enterró el aznarismo. Ahora ha sido incapaz de hacer lo mismo en Cataluña y ofrecer una imagen de renovación. El histórico sector fernandista, comandado por Alberto Fernández Díaz -concejal barcelonés- y su hermano Jorge -vicepresidente de la Mesa del Congreso- continuará controlando los resortes de la formación al haber copado de leales adeptos la nueva estructura organizativa. Alicia Sánchez-Camacho, la presidenta impuesta a última hora por Génova -sede nacional del PP- no ha tenido más remedio que aceptar los cargos dictados por los Fernández, sabedora que controlan cada palmo del territorio catalán y conservan incondicionales amigos en Madrid.
Sánchez-Camacho: "Sinceramente, no esperaba mi nombramiento"
El poder de Alberto y Jorge Fernández Díaz es tal que ni siquiera el ex presidente Josep Piqué, que contaba con el indiscutible apoyo de Génova, se atrevió a moverles. Los hermanos Fernández son una pareja incombustible que ha sobrevivido a todos los terremotos internos y han visto desfilar, desde 1982, a cinco presidentes regionales. Sánchez-Camacho será la sexta.
También fue Alberto Fernández quien promovió la revuelta de los presidentes provinciales -incluida Sánchez-Camacho- contra Daniel Sirera, que este fin de semana en el congreso se despedirá como presidente. Una asonada ante el riesgo de perder su poder por el proceso de renovación que promovía Daniel Sirera.
Sánchez-Camacho se quedará la presidencia. De secretario general del PP catalán estará Jordi Cornet, concejal en el Ayuntamiento de Barcelona, cuyo grupo preside el propio Alberto Fernández. Y de los cinco vicesecretarios generales, Sirera sólo ha logrado nombrar a uno, al frente de Organización. El resto son fernandistas. Una vez más, Alberto y Jorge controlarán el partido.
Sirera sólo obtuvo el compromiso de mantener intacto el grupo popular en el Parlamento catalán, que seguirá presidiendo. Quizá por haber ganado su enésima batalla, Alberto Fernández compareció orgulloso en la tarde de ayer junto a una sonriente Sánchez-Camacho y un cariacontecido Sirera. Los tres presentaron el pacto alcanzado la víspera tras una maratoniana reunión con la vicesecretaria de Organización, Ana Mato, que significó la retirada de ambos aspirantes a la presidencia y la imposición de Sánchez-Camacho. Sirera dijo que su renuncia fue un "acto de responsabilidad", pero advirtió de que "el espectáculo continúa". Fernández Díaz señaló que el pacto "es un acuerdo catalán tomado desde Cataluña". Y Sánchez-Camacho negó cualquier imposición por parte de la dirección nacional. Pero a continuación dio las gracias a Mariano Rajoy por "su confianza". "No me lo esperaba, sinceramente", confesó.
La futura presidenta deberá disputarse el cargo con la parlamentaria Montserrat Nebrera, que ayer anunció que mantiene sus aspiraciones a pesar de que el grupo de diputados que la apoya le pidió que acepte una alianza con Sánchez-Camacho.
Varios diputados se mostraban ayer en el Congreso disgustados con la forma en la que se ha resuelto la crisis, informa Carlos E. Cué. "Deberían haber hecho que pareciera un accidente, es demasiado evidente la intervención de Génova", señalaba uno que coincidía con un sentir extendido, sobre todo por la traición a Sirera, que siempre apoyó a Rajoy. Varios miembros de la dirección insistían en que Sirera ya no controlaba el partido, podía perder el congreso y ésta era la única solución. Tras el incendio catalán, ahora queda el balear -Ana Mato viaja hoy allí- y el vasco -Rajoy y Javier Arenas han preparado hoy un acto en Vitoria-.

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