Presentaciones y paradojas

Sublime decisión. ¿Habrá de ser ésta una sesuda crítica de concierto o sucumbiremos a la tentación de la crónica social? Porque el regreso de doña Ana a la Gran Vía equivale a movilizar la agenda de la familia San José / Cuesta, un almanaque bien surtido de primeras figuras de la música y el artisteo en general. Y así fue cómo el vestíbulo se convirtió en un hervidero de besos y achuchones que recibían personalidades como Miguel Ríos, Soledad Giménez, Pedro Guerra, Juan Cánovas, Rosa León, Pastora Vega o el ubicuo Javier Limón, en una nómina que no pretende ser exhaustiva, sino mera nota de color. De color rojo, naturalmente.
Superado el trance de las presentaciones, conviene centrarse ahora en una mujer que hoy cumple 57 primaveras espléndidas y que domina las tablas como sólo puede aspirar a dominarlas quien las ha pisado mucho a lo largo de su vida. Recordó la propia Ana que en ese mismo escenario había presentado en 1956 su película Zampo y yo. Sólo con esa prestancia escénica, con esa esbelta elegancia envuelta en un precioso vestido carmín, se puede estrenar un disco como Anatomía sin naufragar de manera aparatosa.
ANA BELÉN
Ana Belén (voz), Mariano Díaz, David San José, Ovidio López, Santi Ibarretxe, Javier Sáez, Ángel Crespo, Amado Zulueta. Teatro Gran Vía. Madrid, 26 de mayo. Casi lleno (900 espectadores).
Ana Belén asume que debe interpretar la inmensa mayoría de su repertorio. "No se os hace pesado, ¿verdad?", pregunta a mitad de la faena. Anoche le respondieron "no, no, no", pero habrá que ver cómo lo encaja el personal a partir de hoy. Porque Ana ha interpretado docenas de canciones maravillosas a lo largo de tres décadas, pero esa relación apenas engorda con este nuevo cancionero: desigual, inconexo, por momentos errático.
No basta con echarle la culpa a esos chavalines "que se creen que las canciones vienen de los mp3", un eslogan que elude explicar qué control de calidad han superado piezas tan livianas como A veces sueño con nubes, Consuelo o Me gustaría. En realidad, si Ana mantiene el tipo es gracias a su esplendoroso vozarrón y a las contribuciones de Joaquín Sabina.
Arropada por una banda solvente, Ana gana mucho las raras veces que le dejan cantar a media voz: en Si te vas o con la preciosa Rumbo al sur. Pero los mejores aplausos se los llevaron Lía y El hombre del piano, piezas con cuatro y hasta cinco lustros a sus espaldas. Paradojas de las presentaciones.

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