Bajo el síndrome de Legutiano

El 22 de abril de 2007, cuando por fin se celebró el acto de homenaje a las víctimas ordenado cuatro años antes por el Parlamento, ETA llevaba también más de cuatro años sin matar en el País Vasco. La banda no había oficializado el fin de su tregua, aunque sí la había roto ya con el atentado mortal de la T-4.

Las víctimas coinciden siempre en decir que cada nuevo atentado les devuelve a lo más profundo del pozo de su propia tragedia, por más años que haga que la sufrieron. Cabe de ello deducir que el acto de hoy transcurrirá con los asistentes en un estado emocional fuertemente removido, a sólo cuatro días todavía del crimen de Legutiano.

Sin el paliativo que les supone el paso del tiempo, el mazazo que dio el miércoles la banda armada a los destinatarios del homenaje de hoy espesará el aire del Kursaal.

Desde aquel primer acto, ETA ha quitado la vida a cuatro personas y puede volver a arrebatar las de otras en cualquier momento. Eso marcará el homenaje de hoy bastante más que ausencias y diferencias. En el año transcurrido ETA ha asesinado a dos guardias civiles el 1 de diciembre de 2007 en Capbreton (Francia), el pasado 7 de marzo al ex concejal socialista de Mondragón Isaías Carrasco y el miércoles, a Manuel Piñuel.

Como homenaje a esta última víctima, será un guardia civil quien abra el acto de hoy con su testimonio: Leoncio Sainz, gravemente herido por ETA en Galdakao el 14 de octubre de 1984. Le seguirán Santos Santamaría, padre del mosso de igual nombre asesinado en Roses (Girona)el 17 de marzo de 2001.

Jesús Mari Arana será la tercera víctima en subir al escenario del Kursaal. Su padre, Liborio Arana, fue asesinado en Alonsotegi el 20 de enero de 1980 por la extrema derecha (el crimen fue reivibndicado por los reivindicado por los Grupos Anti ETA). Y cerrará Iñaki García Arrizabalaga, hijo de Juan Manuel García Cordero, delegado de Telefónica en San Sebastián asesinado en esa ciudad el 23 de octubre de 1980.