Escándalo a la alemana

La causa de la justicia cabalga con frecuencia a lomos de aprovechados. Las autoridades alemanas, a través de sus servicios secretos, han pagado cinco millones de euros a un misterioso informador a cambio de datos sobre cerca de un millar de ciudadanos que habrían defraudado al fisco unos 4.000 millones de euros mediante la evasión de capitales a diversos paraísos fiscales, y en particular a un banco del principado de Liechtenstein.

El informador ofreció su mercancía a comienzos de 2006, presentando algunos extractos del material informático que aseguraba poseer. Tras comprobar la documentación adelantada, los agentes del Gobierno negociaron durante meses las condiciones y precio de la entrega.

El jueves pasado comenzó la redada, y por todo lo alto: fue detenido Klaus Zumwinkel, presidente desde hace 18 años de la principal empresa de correos del país, Deutsche Post, cabeza a su vez de un grupo empresarial con intereses en el sector de la logística.

Fue ese ejecutivo quien pilotó el proceso de privatización y salida a Bolsa de la compañía, de la que el Estado alemán conserva un 30%. Zumwinkel era también (hasta el viernes pasado, en que dimitió) miembro del Comité de Vigilancia de Deutsche Telekom y consejero de Lufthansa y de Morgan Stanley.

El asunto puede tener derivaciones insospechadas, pues el banco de Liechtenstein del que proviene el listado de cuentas es propiedad de la familia real del Principado, y entre la documentación aprehendida parece haber órdenes del banco de ocultar los flujos procedentes de Alemania.

En el escándalo de la financiación irregular de la CDU de Helmut Kohl, en los años noventa del siglo pasado, también aparecían cuentas secretas en Liechtenstein. El banco ha reconocido que en 2002 un empleado desleal fue despedido por haber sustraído una lista de clientes; se sospecha que esa lista sea la que, por canales desconocidos, ha acabado en manos del aprovechado, que ha sacado cinco millones por ella. Con el efecto de que ha evitado que otros aprovechados o desaprensivos se beneficien de la impunidad de la que creían disfrutar.