Muy personal

El sello que marca la trayectoria de la bailaora sevillana María Pagés en la escena nacional e internacional, que viene avalado por la calidad de montajes formalmente innovadores, con la incorporación inteligente de recursos escénicos, temas y músicas no usados anteriormente en el flamenco, está presente en esta obra. La última creada en colaboración con su marido y en la que ella ha querido escenificar el regreso a su ciudad. Se trata de una aproximación personal e intransferible en la que la caída en determinados tópicos no resta méritos a la impecable puesta en escena, algo que parece garantizado en sus trabajos.

En este retorno, ella ha elegido un tratamiento clásico y ha contado con un cuerpo de baile de altísimo nivel y sobre el que se han construido unas coreografías sin tacha. Luego está su baile, que se prodiga quizás en demasía con el riesgo de la repetición, pero eso es una constante en sus obras. Finalmente, está esa Sevilla reconstruida en sus sueños que ella pasea por lugares y citas reconocibles para terminar en ese lugar común en el que se está convirtiendo el tango Volver, de Gardel o en una ciudad teñida de azul de la mano de Domenico Modugno (Volare).

Entre los elementos que componen su Sevilla está la de Bizet, la de la Semana Santa y la feria de los farolillos; aspectos que, aunque bien tratados, difícilmente eluden el tópico. Es excepción en ese grupo el baile de una verdadera saeta (no la de Serrat) en clave de seguiriya. Pero también estuvo la Triana de Tomás Pavón o la de unos femeninos tangos en los que la bailaora facturó su versión más flamenca.