Videofonino

Cuando pita mi móvil, inmediatamente desenfundo las gafas de ver de cerca. Puede ser cualquier cosa procedente de aquellas tres galaxias de McLuhan (la Gutemberg, la Marconi y la Von Neuman), aunque también puede ser que la pantallina de bolsillo esté recibiendo un mensaje multimedia, un spot, el tráiler de una peli, marketing viral, un SMS ideológico o golfo, un clip musical o una de esas miniseries a las que estoy abonado. Y puede ser alguien que sólo quiera hablar conmigo en plan antiguo, pero también en ese caso, cada vez más raro, necesito las gafas para leer en el cristal líquido quién diablos llama.

El otro día hice las siguientes cuentas audiométricas. Si sumo el tiempo que me paso delante de la pantalla del móvil y lo sumo al tiempo que me paso delante de la pantalla de la tele viendo anuncios de esos móviles de la tercera generación que para estas navidades tienen la firme intención de desembarcar en España por tierra, mar y aire, ¿cuántos minutos u horas le estoy restando a mi cotidiano consumo de televisión en el cuarto de estar? Y sobre todo, ¿cómo rayos el muy desfasado audímetro de Sofres, ese artilugio vejestorio, mide y sobre todo medirá esos nuevos consumos de la tele?

Si como dicen los anuncios del móvil 3G, que ahora son los spot dominantes, la tele de ese futuro que es para pasado mañana, para estas navidades, se consumirá en las pantallinas del videofonino (una de dos: o plagiamos a los italianos o españolizamos) y en las pantalletas de Internet, las mismas gafas en todo caso, quedaría por saber el detalle fundamental en este negocio. ¿Esos móviles 3G y la tele por Internet hacen o harán share? Y sobre todo, ¿cómo medir esas nuevas audiencias que ya tanto nos distraen del televisor?

Les recuerdo que en Blade runner, aquel icono del noviembre 2019, pasado mañana, no había móviles con pantalla, que en la saga Bond el supremo gadget era el reloj-televisión y que en el universo virtual de Matrix el teléfono (de cabina) sólo servía para fugarse.