Manos en el Guggenheim

Tres salas del Museo Guggenheim de Bilbao agrupan la exposición Hablando con las manos, una serie de imágenes coleccionadas por el filántropo americano Henry M. Buhl que discurren transversalmente por la historia de la fotografía. Son ejemplo de cómo los fotógrafos, desde el descubrimiento de la disciplina, se han fijado en las manos para expresar una emoción o trasladar al espectador algún sentimiento complejo. Cuando me refiero al principio de la historia de la fotografía, me remonto a Fox Talbot en 1840 para llegar en 2002 a una serie de Polaroids realizada por Camila Parker.

De la muestra pueden extraerse innumerables conclusiones. No obstante, son dos los ejes principales sobre los que giran sus planteamientos. Uno lo encontramos en la inmensurable capacidad expresiva de las manos y otro en la singularidad del detalle como recurso del lenguaje icónico. Vistas las más de 160 obras expuestas queda ampliamente demostrado su poder comunicativo, que siempre consigue impactar en el espectador. Plantean un interrogante con respecto al significado de la imagen ante la que se encuentra. Y no pensemos solamente en unas imágenes centradas exclusivamente en el detalle de las manos. Algunas sí lo son -es muy certero el ejemplo del director de orquesta gesticulando con la batuta entre sus dedos-, pero es mas frecuente encontrar en un retrato o en la vista general de un grupo las manos como las auténticas protagonistas. Son las que atraen la mirada con rotundo magnetismo y, precisamente, es en ellas donde se encuentra el contenido y significado del discurso gráfico. Claros ejemplos de metonimia donde la parte es el todo.

La colección, preparada ahora para su exhibición pública en el nenúfar de titanio bilbaíno por Jennifer Blessing, conservadora del Solomon R. Guggenheim Museum, empezó su andadura con la adquisición de las Manos de Georgia O'Keeffe cosiendo con hilo, aguja y la protección de un dedal, tomada por Alfred Stieglitz en 1920. Éste fue el principio del rosario de artistas que se han ido sumando con sus trabajos al proyecto inicial. Resultaría muy largo hablar de todos ellos y sus impecables fotografías. Sí podemos destacar algunos de los maestros incuestionables de la cámara oscura que podemos encontrar. Así, tenemos a Marc Riboud, Alexander Rodchenko, Margaret Cameron, Nadar, Irving Penn, Man Ray, Edgard Weston, Dorotea Lange, Robert Capa, la española Cristina García Rodero o Andrea Gursky. Nombres incuestionables para una magnífica exposición donde podemos aprender de arte, vibrar con su belleza y contenido o sencillamente descubrir el poder expresivo de la fotografía.