Admirable
Tal día como hoy, hace 10 años, María Giménez bailó públicamente su primera Giselle en el mismo teatro que estos días comparece al frente de una compañía de ballet clásico. En 1995 era la primera bailarina de la compañía de Víctor Ullate, alternándose con Tamara Rojo, Ruth Miró o Ana Noya. Cada una ha elegido su camino, al igual que su pareja de baile de entonces, Igor Yebra. Ullate se puede sentir satisfecho de su cosecha del 95.
María Giménez ha tomado, a mi modo de ver, la elección más osada o, al menos, la de mayor riesgo. Es algo que le honra. Y más aún si se aprecia el aceptable nivel artístico de su compañía en conjunto. Como bailarina solista ha madurado, y mucho. El segundo acto de Giselle es, en sus pies y en sus maravillosos brazos, francamente extraordinario. Destaca su misterio poético, su estampa transfigurada, su levedad casi etérea en la escena de la locura. Esto, en el ballet romántico por excelencia, emociona. Y más al tratarse de una obra tan fetiche y testimonial que merece estar en ese museo imaginario de experiencias imprescindibles en una vida a que hace referencia George Steiner. La intensidad que impone a su interpretación María Giménez es de las que van más allá de las consideraciones técnicas. Es una visión profunda y sutil del movimiento expresivo y gestual lo que la bailarina hace salir a la luz.
Ballet clásico Arte 369 Giselle.
Dirección y adaptación coreográfica: María Giménez. Diseño de vestuario y escenografía: Roger Salas. Con María Giménez, Mikel Larrabeiti, África Sobrino, Mireia Facal, Andrés Pérez, Polina Bezukh, Cristina Benavent y Gabriela Limatola. Teatro de Madrid. Madrid, 4 de diciembre.
Evocador
Todo ello está arropado por la belleza del espectáculo. La adaptación de la coreografía original de Coralli, Perrot y Petipa está muy conseguida. El vestuario, especialmente el de las willis, es gratamente evocador.
La sala estaba hasta la bandera el domingo y el éxito fue enorme. No es para menos. El público suele tener esa extraña intuición de saber a qué espectáculos debe asistir inexcusablemente. Éste es, sin duda, uno de ellos. Los que no han ido tienen seis días todavía en Madrid para comprobarlo.
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