Conmovedores recuerdos

Una película amateur rodada en plena Guerra Civil, accidentalmente llegada a manos de la hija de uno de los niños que en ella intervenía, es la excusa argumental para que Cabeza y Riambau, nuevos tras las cámaras, borden no sólo un discurso sorprendente, sino un testimonio evocador y sabiamente conmovedor sobre la pervivencia de la memoria, sobre el cine como fuente de conocimiento y reconstrucción autobiográfica.

Situado bajo la sombra protectora del más formidable de los documentalistas españoles en activo, Joaquim Jordá -inspirador de los directores y uno de los actores-, Cabeza y Riambau elaboran un discurso en el que la sutileza se da la mano con deslumbrantes recursos de puesta en escena y con una estructura en forma de cebolla, cada una de cuyas capas permite reflexiones propias y atajos que el filme, con delicadeza, deja sólo esbozados. Y por encima de todo, resulta una entrañable apuesta por el futuro: el de los niños de 1937 y también el de sus nietos, que con mirada crédula y mucha alegría pululan por una película elegante, bella, desbordantemente inteligente.