Cogida de El Juli
Había aprovechado El Juli la valentía del que cerraba festejo para brindar al respetable. La escasez de fuerza del oponente hacía transcurrir la faena anodina en cuanto a lo artístico, pero muy jadeada en adornos, pase de menores y desplantes. En el último de éstos, por exceso de confianza o descuido el toro le tiró un derrote certero a la pierna derecha. A pesar de sentirse herido no dejó que el director de lidia acabara con él. Una vez estoqueado pasó a la enfermería, donde se le apreció una cornada de entre 15 y 18 centímetros de pronóstico menos grave. Su cuadrilla paseó las dos orejas con las que el público premió su labor. Su primero, tras una vuelta al ruedo a la carrera se declaró inválido. A pesar de la solicitud mayoritaria del público, el presidente no tuvo a bien conceder su devolución. Con ánimo de agradar el diestro madrileño intentó el milagro de sacar algo de donde no había. Tanto empeño puso que no se percató de las palmas de tango que le solicitaban que acabara pronto con aquel trasteo.
Núñez / Rincón, Luguillano, Juli
Seis toros de Núñez del Cubillo, justos de presencia, escasos de fuerza y manejables. César Rincón: bajonazo (silencio); pinchazo -un aviso- pinchazo, bajonazo (saludos). David Luguillano: media desprendida (saludos); dos pinchazos, estocada (silencio). El Juli: estocada trasera, descabello (pitos), estocada trasera (dos orejas). Corneado en la pierna derecha pasó a la enfermería en la que le atendieron por una herida de pronostico menos grave. Plaza de Valladolid, 9 de septiembre, 7ª de feria. Más de tres cuartos.
A César Rincón su primero le salió contra estilo, es decir, no le gustó. Saltó manso y de poco fiar. Para colmo la lidia que le dieron le dejó más que avisado. Parece mentira que cuadrillas más que placeadas conviertan la brega de un manso en una capea desorganizada. La faena transcurrió entre dudas, dudaba el maestro, dudaba el toro. Para colmo salió el viento y cargó la culpa. Faltaba más. Al cuarto, un pastueño animal le realizó faena con gusto, sin emoción alguna. Mejor por redondos.
David Luguillano entró en la feria de su tierra por la puerta de la sustitución, la de El Cid. Enrabietado y al grito de "vamos Lugui" se lió a tirar verónicas como quien tiende ropa. Lo brindó, paisanaje obliga. Comenzó su faena por bajo. A los ayudados le siguieron probaturas, a éstas redondos, muchos enganchados, otros tirando trapo y los menos con el sello personal de retorcida figura. En su segundo se estrelló contra el peor del encierro. Quiso agradar, pero, quizá por los nervios o por la necesidad, nada de lo que intentaba llegaba a los tendidos.
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