Sexo en Roma

Empezamos por el final: no se lo pierdan. Queda una representación hoy a las nueve de la noche. Salamanca está cerca de muchos sitios, y L'incoronazione di Poppea de moda. Aprovechando el muro de fondo de la caja escénica del Teatro Liceo -para el que está pensada esta producción que quizá debiera corregir un par de recursos fáciles-, con elementos mínimos y con una buena dirección de actores, situada la acción en la época contemporánea -ésta es una de esas obras que sigue hablándonos alto y claro-, Alessandrini sabe diversificar muy bien los afectos de los personajes que pueblan esta historia de amor y odio: trágicos unos, cómicos otros, todos tendentes a una maldad que va de lo suave a lo perverso, excepto ese Séneca un poco bobalicón.

Vuelca las cosas del lado del amor, más bien del sexo, gracias sobre todo a una Laura Polverelli que es pura dinamita como Poppea. En la orilla del amor doliente queda Sara Mingardo como Otón. La Mingardo es la mejor intérprete de su cuerda en este repertorio y en su salida dio una inolvidable lección de gran canto dirigida por un Alessandrini transido. En realidad, en un reparto de antología, donde había gente como la Invernizzi, la Milanesi o la Piccinini, veteranos tan inteligentes como Abete o Zanasi, jóvenes tan musicales como Ferrari o actores tan desternillantes como Oro o Di Vittorio, el buen canto llegaba natural, pero es que a él se asociaba un recitar cantando de una soberbia expresividad. En el foso, Concerto Italiano lucía elegancia e imaginación. En eso, y en la hermosura de unas voces perfectamente idóneas, estuvo la clave para que casi cuatro horas de representación pasaran en un suspiro.