La reina

Irrumpía por vez primera en Madrid el hijo pródigo de Loudon Wainwright III y Kate McGarrigle, y al público no le quedó más remedio que claudicar ante las dotes escénicas de un neoyorquino seductor, desmesurado y colosal en todas sus facetas, las de compositor, pianista, guitarrista y cantante pomposo, engolado, casi operístico. Cuatro discos le han bastado a este muchacho de 31 años para erigirse en la realidad más asombrosa de entre los cantantes estadounidenses con nombre propio. Tierno a ratos (Hometown waltz), por momentos sentimental (Vibrate) y casi siempre épico (Beautiful child), Rufus es una bocanada de talento puro, ese tipo de artista en estado de gracia que se sabe capaz de salir bien parado hasta en las composiciones más complejas.

Wainwright no dudó en dedicar su Gay Messiah al nuevo Papa y se confesó nervioso por actuar "ante tanto chico guapo sureño". Para Old whore's diet organizó un memorable numerito de transformismo que le erigió en la gran reina de la fiesta, una Miss Madrid con zapatos de aguja, medias de rayas y alas de mariposa. Tiene talento, desparpajo, actitud y un gran chorro de voz. Y quien es capaz de escribir Oh what a world o Cigarettes & chocolate milk ha de tener plaza reservada en los olimpos más distinguidos.