Los impuestos, tarea espinosa

Recaudar impuestos ha sido una cuestión incómoda en todas las épocas. "Nos trasladábamos en mula, como Cervantes, con los recibos de contribución. Llegar a los pueblos más recónditos en los años 70 no era nada fácil". Diego Mamely ha recaudado impuestos para el Patronato de Recaudación Provincial, con sede en Álora, desde hace más de 30 años. Ha peregrinado pueblo por pueblo para que los vecinos de la comarca pagaran al fisco. "Sin amenazar ni asustar mucho, pero invitaba a la gente a pagar sus impuestos", matiza. Hoy día dirige la recaudación de 36 pueblos de la cuenca del Guadalhorce que suponen al erario unos 72 millones de euros. "Mis 24 recaudadores cubren desde Cuevas de San Marcos hasta Alhaurín de la Torre", aclara. Son los impuestos municipales del agua, la basura, o la vivienda y que posteriormente la Diputación distribuye entre los ayuntamientos malagueños.
De los "años de penuria" del franquismo, Mamely recuerda que "dormíamos de la caridad, porque no había pensiones". Tomaba sus precauciones, y así consiguió eludir los hurtos. "Me iba a la cama a las nueve para dormir con toda la recaudación debajo de la almohada y que no me robaran". Cuenta que en algún pueblo el cobro se hacía entre vinos. "Al no cedernos ciertos ayuntamientos una oficina, cada tres meses me iba a los bares y allí montaba mi chiringuito para cobrar los impuestos de las tierras y de las casas". "Siempre sentí la nobleza de la gente de los pueblos, que pagaban religiosamente sus recibos", añade.
Hoy día las condiciones de la recaudación han cambiado gracias a las nuevas tecnologías, pero asegura que "aunque con dignidad, seguimos haciendo el trabajo sucio de las Administraciones: cobrar". La diferencia fundamental con el recaudo de Cervantes para las armadas es que siempre ha cobrado en metálico, nunca en especies. Mamely tiene ahora 58 años, "la misma que Cervantes cuando publicó El Quijote, así que habrá que ponerse", bromea.
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