Recuperar la vista
Si este libro de Félix de Azúa no llevase fotografías no sería tan chocante. Pero las lleva. Tras una serie de ilustraciones de la Torre de Babel que van del siglo XIV al XVIII, y que incluyen la soberbia representación de Brueghel, la ruina esquelética y espectral de una de las torres gemelas envuelta en humo, tantas veces contemplada, adopta un extraño aire de familiaridad: parece formar parte de la serie; de hecho, forma parte de ella. ¿Cómo es posible que no lo hayamos visto inmediatamente? Este fogonazo mítico, que transgrede por completo todos los protocolos de las historias más o menos "hegelianizantes" del arte, que viola la reclusión de las imágenes en sus respectivos nichos espirituales y las leyes de la evolución estética, es un perfecto ejemplo de lo que Azúa llamaría un cortocircuito: un inesperado atajo entre dos campos semánticos presuntamente inconexos que nos descubre vías de sentido insospechadas y, lo que no es menos importante, nos ayuda a descartar interpretaciones adheridas por la tradición y solidificadas en el sentido común, pero ausentes del texto o de la imagen propiamente dichos.
CORTOCIRCUITOS
Félix de Azúa
Abada. Madrid, 2004
90 páginas. 26 euros
No se trata, pues, de añadir una nueva interpretación a las que ya acumulan en demasía los motivos estéticos o literarios, sino de buscar las averías de esos canales tradicionales de transmisión del sentido (pues un cortocircuito es, además de un contacto, una avería) para poder llegar a ver lo que, pese a todo, está ante nuestros ojos.
Hay, en todos los ensayos que componen este libro, y quizá en toda la obra de Félix de Azúa, una defensa obstinada de la inocencia de la mirada, de la capacidad del ojo para captar en las imágenes contactos evidentes para los cuales, sin embargo, los textos canónicos que nos han enseñado a verlas nos han dejado ciegos, o para revelar brechas manifiestas que, a pesar de serlo, se tornan invisibles por culpa de los discursos que una y otra vez se empeñan en recubrirlas con engañosas semejanzas. Así sucede, por ejemplo, cuando se nos propone revisar la leyenda bíblica de la confusión de las lenguas sin la apoyatura hermenéutica del "castigo divino" que la exégesis rabínica le habría añadido: la no obviedad de una interpretación que hasta entonces había parecido indiscutible nos obliga a pensar de nuevo la diversidad de las lenguas de otro modo que nos aproxima más a la maravillosa "ingeniería" de Hölderlin que a la teocracia secularizada de Hegel. O bien cuando descubrimos que la aparente continuidad de lo que parecería ser un "género" pictórico (la Venus recostada en su gabinete con un animal de compañía) o el innegable parentesco de los contenidos (los Fusilamientos de Goya y la ejecución de Maximiliano, de Manet) nos oculta una radical ruptura del pacto implícito entre pintores y espectadores que coloca a obras temáticamente parecidas en continentes irreconciliables cuya diferencia nos es imprescindible para comprender el significado de la modernidad en las artes y más allá de ellas.
Debido a la búsqueda de
la precisión que le caracteriza como escritor, Félix de Azúa nos ofrece estos relámpagos de claridad instantánea como un regalo que despierta inmediatamente la gratitud del lector, pero la perplejidad no nos impide observar que esta sensación de haber recuperado de pronto la vista, o la lucidez, representa sólo el momento más decisivo y brillante que se alza entre dos laboriosas tareas: la fatiga de todo el trabajo que ha sido necesario para llegar a ese destello repentino, que sin duda precede al texto, y el encargo con el que queda comprometido el destinatario una vez que ya ha conseguido ver, el encargo de mirar de otra manera y de releer todo aquello que pensaba haber ya comprendido a la luz de estas rupturas inadvertidas o de estas conexiones inesperadas en las cuales nuestra larga y vieja historia se convierte en un texto inédito que, como si fuera la primera vez, nos espera para ser descifrado desde una inocencia que creíamos perdida.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
Últimas noticias
La Guardia Civil investiga el asesinato de una mujer de 44 años en La Algaba, en Sevilla
El fabricante de Roomba, iRobot, se declara en bancarrota y dejará de cotizar en Bolsa en EE UU
Una explosión en una vivienda en Moraleja de Enmedio (Madrid) provoca graves daños en el edificio y obliga a rescatar a tres vecinos
Consumo multa a Airbnb con 64 millones por permitir anuncios de viviendas turísticas sin licencia
Lo más visto
- Sin duchas ni camas adecuadas, y con obras en marcha: así estrenaron 30 niños extranjeros el centro de acogida de La Cantueña de Ayuso
- Guardiola elimina la prohibición de que los jefes de servicio de la sanidad pública ejerzan en la privada y sube un 59% la derivación de pruebas
- El “canibalismo interno” se extiende en el PSOE a la espera del día después de Sánchez
- El hombre que desarmó a uno de los atacantes en Sídney es aclamado como un héroe en Australia
- El Ayuntamiento de Valencia y el Levante piden a LaLiga aplazar el partido contra el Villarreal por las fuertes lluvias




























































