El baile canalla
Lo de "pensamiento triste que se baila" queda corto como definición del tango. Es dramatismo existencial, pero también sensualidad, conflicto y comunicación entre sexos, campo de batalla social y generacional.

El tango puede ser pasión en Finlandia, donde el sol de primavera se pasma ante concentraciones de centenares de parejas evolucionando al aire libre. El tango es culto en Japón, donde saben de rituales complejos. El tango conserva prestigio esnobista en París. Pero el tango se respira, se siente, se vive en Buenos Aires (ignoremos hoy las protestas airadas que llegan desde Montevideo, de ese Uruguay que se reivindica como patria de Gardel). Tango 01 es el avión oficial del presidente de la República. FM Tango es la radio que amplifica las reminiscencias de la experiencia colectiva argentina. Sólo Tango es el canal de televisión por cable que emite 24 horas diarias. Tango, la expresión de Buenos Aires es el curso universitario que aúna teoría y práctica. Funcionan a pleno rendimiento la Universidad del Tango y la Academia Nacional del Tango.
Pero que nadie olvide que el tango, como música o como danza, no nació respetable. Lo saben bien en otra institución, la Academia Porteña de Lunfardo.
Dice el Diccionario de la Real Academia Española que el lunfardo es la "jerga que empleaba, en Buenos Aires y sus alrededores, la gente del mal vivir". Lunfardo y tango son, al menos, primos hermanos que emergen hacia 1880. Por el tango corre sangre africana (la palabra tango hace referencia a los recintos de esclavos). El lunfardo es europeo, voces italianas con algo de jerga española. Los censos de aquellos años retratan a Buenos Aires como una ciudad donde los inmigrantes superan a los nativos, una urbe donde escasean las mujeres Por tanto, la prostitución es un negocio floreciente, atendido por mafias de origen étnico.
Lunfardo y tango arraigan en lupanares más o menos confesos, donde también acuden argentinos, que servirán de difusores del vocabulario y el baile de los recién llegados. Dominar el tango es asunto serio, don requerido para seducir, y eso explica esas fotos enternecedoras de hombres bigotudos bailando en pareja, entrenándose para abrazar a una mina, honesta o de pago. Del origen prostibulario son evidencia títulos como Tres sin sacarla, Siete pulgadas, Qué polvo con tanto viento Hasta el inmortal El choclo se entiende originalmente como una picardía respecto al órgano sexual femenino. Un medio lumpen que genera arquetipos como el compadrito, el guapo, el malevo o el rufián, inagotables recursos para ficciones con color local. Allí prospera el tango-canción, que transporta pasiones furiosas o se derrama en sentimentalismo, que filosofa o describe. Con su ascensión social, los pasos se estandarizan: el movimiento de las piernas, que tal vez escenificó el cruce de cuchilladas, ahora es exhibición; el frote de los cuerpos se hace más ritual que preludio del coito; la dominación masculina se diluye ante la necesidad de dirigir a la mujer supuestamente sumisa.
La aceptación en París permite que el tango sea reconocido como genuina expresión argentina. Del escándalo de la buena sociedad europea ante aquella "expresión vertical del deseo horizontal" da ejemplo la descripción de una revista española: "Grotesco conjunto de ridículas contorsiones y repugnantes actitudes, que mentira parece que puedan ser ejecutadas, o siquiera presenciadas, por quien estime en algo su personal decencia".
Tales anatemas funcionan como perfecto anzuelo para millones de personas. Además, las convenciones de la decencia quedan desintegradas en la hecatombe de la Gran Guerra. El cine comunica el erotismo del invento porteño con la escena del baile de Rodolfo Valentino -incongruentemente, va de gaucho- en Los cuatro jinetes del Apocalipsis, y acelera la entronización del primer ídolo global del tango, Carlos Gardel.
La muerte de Carlitos arrebata al tango su gran embajador, pero no interrumpe su evolución en Argentina, donde adquiere una dinámica pendular. Es desaprobado por los Gobiernos militares, pero ensalzado por populistas como Perón. Oscila entre tradicionalistas y renovadores. Vive periodos de auge y páramos de declive. Hasta que en los años cincuenta comienza a calcificarse. Con el rock and roll pierde la base juvenil y adquiere esa terrible fama de música almidonada. Las grandes orquestas se descubren económicamente imposibles.
Sin embargo, alguien emprende la refundación. Hace ahora 50 años, un aspirante a concertista de piano viaja a París para estudiar con Nadia Boulanger. Astor Piazzolla ha sido bandeonista de Gardel, y algo nota la ilustre profesora: después de escucharle tocar un tango, le insta a que olvide sus fantasías y se dedique a lo suyo.
Piazzolla es un improbable salvador: hace tango para escuchar y se deleita en frustrar a los bailarines. Durante años, es el villano de la película: una pandilla de puristas le espera en el portal y le vapulea, un cantante irrumpe en el estudio de una emisora para colocarle un revólver en la cabeza, hay taxistas que se niegan a transportarle. Grave delito el intelectualizar una música criada en burdeles Astor es importante por la hondura de su obra oceánica, pero también por establecer puentes. Está documentada su relación con el jazz o la música clásica; menos conocida resulta la complicidad con la tropa del rock. Regresa a la Argentina de la dictadura en 1977, y da su aprobación al rock nacional, entonces insultado por maestros como Osvaldo Puglíese o Edmundo Rivero: califican a Charly García como "extranjerizante anómalo", un trapo rojo en años de gansterismo gubernamental. Aunque, como explica Charly, es muy posible que lo hiciera por llevar la contraria a sus colegas del tango. Astor era así de puñetero.
Por uno u otro motivo, Piazzolla deshace la hostilidad entre la juventud y el tango. Una música no puede desarrollarse si se queda en cadáver con brillantina, reserva para adultos nostálgicos. Es cierto que ya se han registrado aproximaciones desde la tribu de los pelos largos, protagonizadas por personajes como el peronista Litto Nebbia, ex miembro del grupo fundacional del rock argentino, Los Gatos.
¡Salto al presente! El tango es reconocido como seña de identidad por argentinos de todas las edades. Entra dentro de lo inefable: uno puede encontrarse en Buenos Aires con una pintada que proclama que "Maradona es Gardel, Gardel es Maradona". Un dato objetivo: en el barrio de Avellaneda, la Escuela de Música Popular registra un 70% de alumnos que se apunta a estudiar los misterios estructurales del tango.
Más duro es penetrar en los palacios del tango, los cementerios de elefantes donde los acróbatas del baile intimidan a los novatos. La solución ha venido desde locales de estirpe rockera, como Parakultural, Filo o La Viruta: reservan días para que se materialice la criatura más chocante de las orillas del río de la Plata. En palabras de la psicoanalista Sonia Abadi, es "un animal de dos cabezas, un solo cuerpo y cuatro patas; un ser mitológico, mitad hombre y mitad mujer; un monstruo que se abraza a sí mismo; un mosaico de piel morena con piel clara, piernas vestidas y desnudas que se esquivan y se rozan, brazos fuertes y brazos ágiles".
En tiempos recientes, la fiera ha salido de su hábitat para colarse en las discotecas. Gotan Project surge en París del encuentro de un ex rockero, Eduardo Makaroff, con músicos digitales europeos. Se adelanta por meses al rotundo Bajofondo Tango Club, concebido por Gustavo Santaolalla, histórico del rock argentino y máximo productor del rock latino. Sí, el tango ha sabido renovar sus códigos instrumentales. Asunto más peliagudo es el logro de un lenguaje poético apto para una temática contemporánea. Como ocurre con el flamenco, puede quedarse como testimonio de jergas, personajes, modos de vida pretéritos.
Los defensores arguyen que el tango no necesita un aggiornamento: es eco de los eternos dramas del ser humano, noble portavoz de la crisis permanente que atormenta a la nación argentina. Aunque uno se pregunta -en voz baja- si esa crisis no deriva parcialmente del fatalismo que siembran tangos de la línea Cambalache en la mente de muchos argentinos.
Por lo menos, hoy se aleja del asfixiante machismo de los textos de su edad dorada, donde el hombre se reserva el monopolio del dolor y la razón última, mientras que la mujer es veleidosa y traidora, digna de rencor y compasión. En tiempos recientes, las estrellas del tango vocal son femeninas: Susana Rinaldi, Adriana Varela, más esa joven guardia que podría encarnar Patricia Andrade. No se escudan en un feminismo peleón, pero aportan una sensibilidad distinta. El tango del siglo XXI será espejo de la realidad de los sexos o no será.

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