Estimuladores de retinas
Cuando tres meses atrás comentábamos la muestra de Juan Mieg (Vitoria, 1938), en el palacio de Montehermoso, creíamos haberlo dicho todo sobre su arte. Craso error, porque en la exposición del ahora mismo en la galería bilbaína Epelde & Mardaras el artista alavés vuelve a llenar de estímulos nuestra retina...
Y no lo hace con gritos ni aspavientos. Todo lo contrario. Se mueve en el sinuoso vaivén de lo susurrante. Entra en los cuadros con las armas ardientes de la emoción sensible. Mientras en las estructuras de los fondos de sus obras se percibe un componente de más o menos razonable consciencia, es a través de la gran variedad de grafías cuando surgen las andaduras del inconsciente. La suma de grafías (pinceladas delicadas, chorretones que salen tal cual de los tubos de óleo, restregados, barridos, trazos libres grandes como barras de carmín y pequeños como dedos de paloma, además de múltiples relaciones y cruces de pinceladas) son como notas que modularan el espacio.
Mieg es uno de esos artistas que pinta según sus emociones, sensación por sensación. Si las grafías tienen la variedad de la cometa, en lo concerniente a colores se diría que sustentan infinitas combinaciones. Es preciso que unos colores actúen sobre los otros, de ahí que se conformen en determinados lugares de los cuadros pequeñas parcelas feéricas. Otra de las cualidades a tener en cuenta se cifra en el color como fuente creadora de luz.
Siempre dispuesto a obtener sin grandes convulsiones el máximo alcance formal y colorístico, el resultado es un puzzle plástico que va completándose con amoroso mimo. Dicho esto y todo lo anterior, hay un instante que se nos figura crucial. Ese instante que media entre la idea-sensación inicial y la llegada al lienzo de las pinceladas cargadas de óleo. Una y otra y otra y otra vez ese instante acaece repitiéndose sin cesar hasta la conclusión de cada obra, fraguado todo ello mediante la emoción pictórica, la cual se convierte en la señal del sumo conocimiento alcanzado.
La tríada compuesta por los colores estimulativos, los espacios silenciosos y las líneas gestadas con temblor y fulgor, nos pueden llevar a ver en Mieg un espíritu paralelamente afín a Paul Klee. Incluso un axioma del pintor suizo parece reafirmar -con mayor e insuperable brillantez-, lo que expresábamos sobre estas líneas en torno al instante crucial del pintor vitoriano. Dice Klee: "El impulso creador surge repentinamente a la vida, como una llama, pasa por la mano al lienzo, donde se extiende más, hasta que, como una chispa que cierra un circuito eléctrico, vuelve a la fuente: el ojo y la mente". Es indudable que Klee y Mieg son inequívocos y sempiternos estimuladores de retinas.
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