La nueva inseguridad
Los vecinos de la Parte Vieja donostiarra se sublevan contra el aumento de la delincuencia

La Parte Vieja ha cambiado. Odón Elorza, el alcalde donostiarra, cree que no ha llegado a ser el Bronx, pero los que pisan a diario la calle dicen estar en un "campo de batalla", una "ciudad sin ley", un "territorio comanche",... A finales de febrero, hartos ya de agresiones físicas, amenazas con arma blanca, vejaciones, robos y tráfico de drogas, los vecinos, comerciantes y hosteleros de este barrio, en el que residen unas 9.000 personas, criticaron ante el Ayuntamiento la "insoportable sensación de inseguridad" generada por el repunte de la delincuencia. "No nos hicieron ni caso", aseguran los representantes de estos colectivos, pese a que en el escrito de protesta desgranaban un rosario de sucesos.
El casco histórico sigue siendo un terreno incómodo, aunque en los últimos tiempos ha cambiado la situación. Hace algunos años fue el principal foco de la kale borroka en la ciudad, un territorio prohibido para la Ertzaintza, escenario de agresiones, persecuciones y amenazas. Hoy se ha establecido otra delincuencia.
A una vecina del barrio le rompen la nariz; a una pareja le roban el bolso; asaltan la barra de un bar y comienzan a intimidar a la clientela; ofrecen droga en plena calle y la guardan en la zona ciega de las persianas cuando cierran el comercio. Así, un largo etcétera de incidentes que ha sublevado al vecindario. El Ayuntamiento decidió el pasado lunes, cuando la situación ya había saltado a los medios informativos, reforzar la presencia en la zona de la Guardia Municipal. De pronto, la intensidad de los altercados y su frecuencia ha descendido de forma notable.
Aún así, la dependienta de un establecimiento tiene que cerrar su negocio e irse a casa escoltada por dos guardas de seguridad. "He puesto denuncias; en balde. Siguen amenazándome, se me presentan cerca de mi casa, saben la matrícula de mi coche. A los guardas que me ayudan los rajaron", relata.
"A mí me abrieron una brecha en la cabeza al incrustarme una lata de cerveza. Así, por las buenas", cuenta Luis. Hace unos días, una persona se estrelló un vaso en la frente y comenzó a amenazar a toda la clientela. En dicho local han destrozado el mobiliario varias veces. "Me han intimidado, agredido, roto los cristales del bar. Les he denunciado, pero el fiscal no pidió ninguna pena para los agresores", dice la dueña de un café de la plaza de la Constitución, que ha observado "peleas entre ellos con las tapas de las alcantarillas y con navajas".
Varios cientos de donostiarras se concentraron ayer en la plaza de la Constitución para protestar contra la inseguridad, que los vecinos atribuyen a bandas organizadas de magrebíes: "Les señalo a ellos como lo haría con gente de Amezketa. No somos racistas". SOS Racismo comprende el malestar del barrio, pero matiza: "No conviene identificar como causante de esta problemática a todo el colectivo de inmigrantes extracomunitarios. Meter a todos en el mismo saco aumenta la marginación y crea estigmas sociales".
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