La hora de la verdad / 3
Sin duda alguna, el verdadero efecto Zapatero, del que se hablaba sobre todo en nuestra provincia leonesa, ha sido el de volver a poner "el acento en el hombre". Mucho más allá de los supuestos efectos favorables que se le atribuyeron a última hora como consecuencia de los lamentables sucesos acontecidos el 11 de marzo en Madrid.
Inspirado seguramente en voces de quienes vivieron años duros y hasta dolorosos, pero pegados al suelo que pisaban, y que ahora desde la calma de su edad supieron susurrar las ideas maestras del cambio tranquilo, que José Luis Rodriguez Zapatero fue asimilando como suyo. Y son los resultados de las pasadas elecciones generales un fiel reflejo de que el pueblo captó perfectamente el mensaje, los aburridos, los indecisos, los jóvenes, los que estaban siempre esperando, los que creían haber visto demasiado, los ilusionados, todos unieron su voto a los fieles de siempre.
Y ya se sabe que cuando el pueblo se levanta y camina, aunque sea mal calzado, algo inexorablemente ha de cambiar. Pero si además hay alguien que sin hacer aspavientos, sin recurrir a negros chapapotes, ni a intolerables conductas, sin belicosas propuestas, sin alusiones innombrables, sin alzar la voz de manera altisonante, simplemente dibujando su sonrisa sincera y serena sobre las esperanzas ciertas, sobre las ilusiones posibles, en definitiva, con un mensaje para la gente que vive por sus medios pegada al suelo, es decir, recordando a nuestro poeta León Felipe para poner "el acento en el hombre".
Ahora sólo hace falta que esta madre esperanza no lo devore en el intento, y sea fehaciente su propósito de "disfrutad de esta victoria que mañana (que es hoy y será todos los días) hay que trabajar". Sin duda alguna, el gran acierto de su campaña electoral, la campaña de un hombre tranquilo.
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