El buen rollito

Kevin Johansen ha seducido a los teóricos del mestizaje con su segundo disco solista, Sur o no sur, con el que acaba de cerrar su gira española -Barcelona, Madrid, Valencia- entre el desbordante entusiasmo de la parroquia porteña.
Johansen tiene una aureola de músico impredecible, para que así nunca quede claro si la siguiente canción utilizará el castellano o el inglés, y si se desenvolverá bajo los patrones del tango, la cumbia, la milonga o incluso el hip hop. Todo ello se envuelve con el manto del humor y la media sonrisa, hasta obtener un producto que encaja a la perfección con los peligrosos parámetros del "buen rollito". Pero el primer problema de los chistosos es que el oficio no resulta sencillo. Así, Johansen alterna descubrimientos lúcidos, como la musa pedante de Cumbiera intelectual, con gracietas más mediocres: el acento guiri de Puerto Madero, ese arquetipo de femme fatale en Daisy, o concluir la interpretación de So lazy con media banda por los suelos.
El segundo problema es el de la reiteración. La ironía se agradece, pero en un concierto se agradecen todavía más las canciones. Y nuestro hombre, tan preocupado por mantener ese clímax de cándida felicidad, a veces se olvida de aportar argumentos musicales de cierta enjundia. En definitiva, la avalancha del buenrollitismo arrasa con propósitos bastante más loables, como los que se esconden tras Hindue blues o los muy heterodoxos acercamientos a Serge Gainsbourg, Culture Club (insólita la lectura de Karma chameleon) o los Eagles, con su famoso hotel reubicado ahora en plena Patagonia. Los excesos se acaban curando; al menos, en eso confiaremos.
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