Ferrocarriles

Estamos asistiendo a un renacimiento del ferrocarril como modo de transporte público tanto en trayectos cortos como de largo recorrido, cuyo fiel reflejo es el AVE. En el caso que me ocupa, no me referiré ni a Cercanías ni al AVE, donde Renfe ofrece un magnífico servicio, sino al servicio de regionales y al de largo recorrido, donde la empresa pública se tendría que plantear una nueva orientación.

En los regionales es más que patente la, a todas luces, insuficiente oferta, con servicios inexistentes en algunas relaciones como Madrid-Burgos por Aranda, Bilbao-Miranda, Albacete-Murcia, etcétera, lo que agrava la desvertebración territorrial de todas estas zonas rurales y no tan rurales, como es el caso de Aranda de Duero, por poner un ejemplo entre muchos.

En largo recorrido, si bien es algo mejor, la oferta es insuficiente en determinados corredores, como los que unen la Cornisa Cantábrica con el resto del país, con un agravio comparativo en relación al arco mediterráneo.

Mientras que la relación Barcelona-Andalucía está cubierta por seis servicios o más diarios, entre cualquier ciudad de la costa cantábrica y el sur no existe ni un sólo servicio diario -la relación que une Málaga con Bilbao es semanal-. Hay, por tanto, una discriminación territorial entre el Mediterráneo y el Norte y Noroeste que no tiene justificación, dado el potencial de desarrollo que están alcanzando varias áreas metropolitanas del Norte, como es el caso de la conurbación bilbaína, que bien podría tener un servicio diario competitivo con Málaga si utilizase el trazado de alta velocidad entre Madrid y Córdoba, lo que ahorraría en tiempos de viaje unas tres horas sobre el actual.

Finalmente, la política de tarifas de Renfe no es clara ni objetiva, ya que varía el precio del kilómetro a recorrer en función de la distancia a alcanzar por no hablar de la progresiva disminución de los descuentos que se están haciendo a colectivos como jubilados, cierre de líneas y estaciones, supresión de servicios, etcétera, con el fin, creo, de disminuir el déficit, pero que, al mismo tiempo, hace bajar la demanda. Al final, las pérdidas van aumentando más y más y, como servicio público que es, las tenemos que pagar entre todos los ciudadanos.