Crisis, sin duda
En esta pequeña obra escrita e interpretada como protagonista por Pasqual Alapont se manifiesta una doble crisis, que a lo mejor es triple. La pretensión de tomar a modo de broma ingeniosa los grandes temas de siempre -aquí, la crisis de la cuarentena añosa-, desde una perspectiva de periferia y mediante un formato que en nada es ajeno a los culebrones, o a sus maneras, de la más frágil tradición televisiva. Más que un repertorio de horrores viene a ser un catálogo de errores de los que el teatro pierde cualquier posible salida airosa, así que todo funciona, incluyendo los alardes -ya tan comunes- de escenografía de fondo, como una especie de capítulo piloto de serie televisiva. Insisto en que no es por la palabrería ingeniosa, más o menos próxima a las gracias del club de la comedia, por donde la escena puede subsistir, en el caso de que considere necesario que lo haga.
Una teoría sobre això
De Pasqual Alapont, por La Dependent. Intérpretes, Joan Gadea/Juan Mandli Victòria Salvador, Pep Sellés, Nuria García, Pasqual Alapont. Iluminación, Víctor Antón. Vestuario, Joan Miquel Reig. Espacio escénico, Gemma Miralles, Xavier Giménez. Banda sonora, Panchi Vivó. Dirección, Gemma Miralles. Teatro Talía. Valencia.
Este asunto, en fin, se centra en la figura de Daniel, un cirujano cardiovascular con a vida muy bien montada (de ahí que sorprenda tanto su desvalimiento fingido) al que se le cruzan los cables, en compañía de otros y de otras, a fin de demostrar que la crisis de los cuarenta no es cosa de broma. O más bien de mostrar que sí lo es, de manera que lo mejor es largarse de cooperante solidario a Tanzania (¿O era Angola?), a fin de ajustar las cuentas con el padre muerto y con los recuerdos de infancia. Todo ello con las siempre inoportunas réplicas llenas de ingenio que tanto han contribuido a hacer del teatro valenciano una colección de situaciones chistosas ajenas al talento.
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