Hallazgo tras un atropello
Cuando el cura párroco anunció desde el púlpito que un hermoso sillar románico que poseía la iglesia de San Miguel de Ahedo (Karrantza) en uno de sus muros exteriores iba a ser "retirado" del lugar que había ocupado durante siglos para evitar un "posible" robo, confieso que sentí un serio y justificado enfado ante tamaña monstruosidad y un gran disgusto ante este anunciado atropello a nuestro patrimonio.
El proyecto se llevó a cabo inmediatamente, sin mostrar ningún respeto al legado de nuestros antepasados, mostrando una grave falta de sensibilidad y un claro desprecio con las obras de arte y los bienes culturales. La extracción del bajorrelieve corrió a cargo de los obreros que trabajan en la reparación de la iglesia, sin haber sido realizado ningún estudio por parte de profesionales duchos en el campo de la arqueología que aconsejaran la retirada del sillar del muro en que se hallaba ubicado.
Una vez sacado de la pared, el bajorrelieve ha adquirido un valor añadido, ya que la pieza hallada es un prisma triangular con las tres caras esculpidas de gran belleza y calidad. Pero esto no justifica la barbarie cometida al arrancar de la pared la cara visible deteriorada por el paso de los siglos, por las inclemencias del tiempo, por los agentes naturales y, en épocas pasadas y ya olvidadas, por la vehemencia del cura de turno que, llevado por el arrebato divino, exhortaba a la infancia de cada generación a lapidar a este "San Miguel" personificación del mal.
Ninguno de aquellos curas, quizá sumidos en la más supina ignorancia y en el obscurantismo de tiempos pretéritos, cometió acto tan bárbaro como el realizado por el ahora párroco de Karrantza y su junta parroquial, legos en arqueología, incluida hasta la propia arqueóloga responsable de la rehabilitación de San Miguel, pues de lo contrario este expolio, actualmente llamado "hallazgo" por su buen final, lo hubiera llevado de manera muy diferente.
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