No descansan en paz
En agosto del año pasado falleció mi madre. Por proximidad a mi domicilio la enterré en un cementerio de Alcobendas, un poco antes de Tres Cantos, lo que en aquel momento me pareció idóneo debido a la estética del recinto y a las modernas instalaciones de este parque.
Un año después he de decir que cometí un grave error al tomar esta determinación, ya que, habiendo pagado por la incineración de mi madre y la sepultura más de un millón de pesetas (hay que entender estos precios, pues se trata de un negocio privado), cada vez que voy a recordar la memoria de mi madre depositando unas flores sobre su tumba, ésta se encuentra llena de excrementos de conejos y las flores depositadas días antes han desaparecido comidas por los mismos.
Me he quejado personalmente a la dirección del cementerio en tres ocasiones, y siempre me responden que conocen el problema y que están en ello, pero que es difícil porque los conejos crían cuatro veces al año. Entiendo que no es un problema de los conejos, ya que el mismo no existiría si esta empresa invirtiera algo de dinero en vallar convenientemente el perímetro del cementerio, lo que no hace, ya que este tipo de inversión no va a mejorar su cuenta de resultados.
Mientras tanto, los que hemos optado por enterrar a nuestros seres queridos en este parque cementerio, sentimos como una ofensa a nuestros muertos el hecho de que las flores que les ofrendamos desaparezcan en unas horas y que las lápidas se conviertan en vulgares depósitos de excrementos de estos animalitos. Señores responsables del cementerio, ¿es normal que después de pagar las astronómicas cantidades que nos piden por enterrar a nuestros muertos tengamos la sensación de que no pueden descansar en paz? La situación es vergonzosa. Respeto, por favor.
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