Otra vez
Ha pasado un año y hemos llegado de nuevo a la repugnante fiesta de los bárbaros. Hoy vuelve a celebrarse en Tordesillas el Toro de la Vega, esa aterradora diversión consistente en que una horda de energúmenos se dedican a acosar y alancear a un toro hasta la muerte de una manera lenta y sádica. Cientos de tipejos persiguen, pinchan y atraviesan al animal con lanzas de verdad (con hojas de 33 cms. de longitud) o incluso improvisadas, cuchillos de cocina atados a palos de escoba, instrumentos de martirio confeccionados alegremente en el hogar para tajarle las entrañas al pobre bicho; no hay nada mejor que enseñar a los propios hijos a ser verdugos, compartir el suplicio de un ser vivo sin duda une mucho y la familia que tortura unida permanece unida (y probablemente pega unida a las mujeres y maltrata a los ancianos y a los niños: no se puede ser tamaño miserable impunemente).
Quizá justamente en estos momentos, mientras lees estas líneas, se esté produciendo la carnicería, esa apoteosis de perversidad en la que los verdugos hurgan en las vísceras del animal, con parsimonioso gozo, durante mucho tiempo. En el año 2000, a un pobre bicho llamado Centello le atravesaron de parte a parte: el palo le entraba por el flanco, cerca de la barriga, y le salía por la espalda. Así ensartado aguantó vivo 35 minutos más, intentando huir (ese palo destrozándole por ahí dentro con cada movimiento) mientras vociferantes bestias seguían hincando hierros en su carne. Los de Tordesillas se divierten así (no todos pero muchos, demasiados). Me angustia pensar qué le estarán haciendo a Morenito, el toro de este año. Es tan espantoso que da vértigo.
Pero hay algo peor, porque siempre ha habido tarados en el mundo capaces de disfrutar con el sufrimiento de un ser vivo; lo verdaderamente terrible es que un Estado democrático del siglo XXI lo ampare y lo consienta. Y así, los primeros culpables son Milagros Zarzuelo, la alcaldesa, y esa Junta de Castilla y León que hizo la aberración de decretar que era un 'espectáculo tradicional'; y el partido (el PP) que apoya todo esto; y el Gobierno central, que no reacciona. Todos ellos son indignos de su responsabilidad histórica y política. Es la España negra y me avergüenzo de ella.
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