Voces al margen del camino

Todo poeta desarrolla una obra que crece en paralelo a la que da a la imprenta. Siempre quedan al margen poemas que no entran, por razones diversas, en el libro cerrado y que, las más de las veces, permanecen durante largos años (a veces para siempre) inéditos. Tomás Salvador González (Zamora, 1952), con La divisoria de las aguas, ha librado de ese destino a buena parte de los textos escritos en las dos décadas que median entre la publicación de Reunida estación de las ciudades (1975), su primer libro, y La sumisión de los árboles (1996). Aunque hay un sutil nexo que recorre el conjunto de los poemas, que no es otro que la doble presencia de la muerte y de la memoria, no es menos cierto que en cada uno de los siete brevísimos apartados de que se compone La divisoria de las aguas, irrumpe un factor complementario que lo singulariza del resto, dotando a sus poemas de un sentido adicional. Si en Lámpara es la propia poesía como vía de perduración, en Ventana es la naturaleza contemplada y en Travesía la evocación de un mundo rural vivido intensamente en la infancia. Si en El topo son las galerías ocultas donde se origina la creación poética, en El adiós lo son las amenazas que se ciernen sobre la plenitud amorosa y en La divisoria de las aguas, la presencia cercana de la muerte (especialmente emotiva la Elegía dedicada al padre). Esa ambientación sombría se aclara en el apartado El encuentro, en el que se advierte la restitución del universo de sensaciones experimentado en el tiempo de un amor inaugural.
LA DIVISORIA DE LAS AGUAS
Tomás Salvador González Icaria. Barcelona, 2002 78 páginas. 9 euros
'Antología de formas y de voces que pueblan mis libros'. Así califica el autor esta entrega. Sin embargo, llama la atención su aliento unitario. Tanto que, a pesar de las diferencias formales (sobre todo la representada por los poemas en prosa de El topo respecto al resto del libro), si Salvador González hubiera decidido publicarlo como libro ex novo y sin notas aclaratorias, sólo un muy atento y exhaustivo conocedor de su obra podría haber caído en la cuenta del supuesto 'engaño'. Un libro peculiar de un poeta fuera del canon establecido por críticos y especialistas. Una poesía en la que la búsqueda de nuevas capacidades significativas de la lengua (sobre todo en los poemas breves) no deriva hacia la abstracción o hacia la metafísica, sino que se impregna con la emoción de un mundo cercano y reconocible en el que las grandes preguntas que la literatura ha abordado desde sus orígenes nos conducen al límite de lo existencial. La divisoria de las aguas no sólo nos muestra parte de los materiales que quedaron en los márgenes del camino trazado por el autor con sus cuatro primeros libros. Es, también, una invitación a releer la obra de un poeta de una solvencia fuera de duda.
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