Gritos e insultos en el Parlamento
El pasado jueves fue un día emblemático en la historia del Congreso. El debate de fondo sobre los dos proyectos recogió la fractura ideológica que divide a los partidos mayoritarios en el Congreso. Por momentos, las consignas lanzadas a los gritos retrotraían la discusión 50 años atrás y revelaban, además, las abismales diferencias que no han podido saldar 20 años de transición democrática.
La sesión del Senado se levantó poco antes del amanecer entre insultos y acusaciones durísimas. Juan Ricardo Falú, senador peronista por la provincia de Tucumán, dijo que la actitud de los líderes de su grupo parlamentario, proponiendo votar a último momento un proyecto de derogación de dos legisladores provinciales del que no había ni copias, 'fue una vergüenza que linda con el bochorno institucional, porque esa derogación garantiza la impunidad de los involucrados en los delitos y termina con las investigaciones'.
Más tarde, el diputado peronista Jorge Obeid, advertía que 'ni ebrio ni dormido' votaría la derogación aprobada en el Senado, 'que entre gallos y medianoche traicionó un pacto' discutido durante varias semanas.
Poco más tarde, en la Cámara de los Diputados, los peronistas tenían que defenderse a su vez de las acusaciones de 'vendepatrias' que les hacía llegar a toda voz la diputada Alicia Castro, del Frente para el Cambio, una coalición de centroizquierda, que sobre el final de su alegato sugirió 'a los responsables de que el Congreso sea una triste escribanía del Fondo Monetario Internacional que arríen la bandera nacional y la reemplacen por ésta'. La diputada Castro exhibió entonces una bandera estadounidense que luego llevó hasta el estrado y la dejó allí.
El presidente de la Cámara, el diputado Eduardo Camaño, le reclamó a gritos que se la llevara y, bajando luego al recinto, pidió el desafuero de la diputada Castro. La sesión se convirtió de inmediato en una riña de gallos de pelea que interrumpieron durante media hora el debate. El forcejeo, los gritos, los insultos, todo era retransmitido en directo por una cadena de televisión y podía seguirse desde afuera, desde abajo, desde donde la mitad de los argentinos vive ya bajo la línea de la pobreza.
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