Ultracolaboradores
La policía Nacional actuó con eficacia el miércoles tras el aviso de bomba de ETA, según se deduce de los datos que ayer facilitó el ministro Rajoy. Pese a que el coche bomba colocado frente al estadio Bernabéu estalló siete minutos antes de la hora indicada por los terroristas, la rapidez con que los agentes acordonaron la zona evitó que se registrasen víctimas. La relativa pasividad posterior de la policía frente a las agresiones de grupos ultras contra periodistas y otros ciudadanos resulta, por el contrario, de difícil justificación.
Colaboradores necesarios de los objetivos de ETA, los ultras-sur consiguieron que las cámaras de medio mundo captasen a la vez la conmoción de la bomba colocada en nombre de la patria vasca y los ademanes y actuaciones de corte fascista de quienes se identifican a sí mismos como españoles por antonomasia. Qué más podía desear el marketing terrorista.
Testigos directos han relatado la reticencia de los policías a intervenir cuando se iniciaron las agresiones y persecuciones de periodistas. El delegado del Gobierno, primero, y el ministro, después, han justificado esa actitud con el argumento de que una respuesta desproporcionada en el ambiente de tensión provocado por el atentado podría haber resultado contraproducente. Es un argumento a considerar. Hace cuatro años, en la celebración de un éxito deportivo del Real Madrid, una carga indiscriminada contra un pequeño grupo de alborotadores estuvo a punto de provocar una tragedia. Pero entre una carga indiscriminada y la pasividad hay otras posibilidades. Es lógico pedir explicaciones y, de momento, es de esperar que a los tres detenidos se unan los que puedan ser identificados con las numerosas grabaciones existentes.
Rajoy dijo ayer que hablará con la Liga del Fútbol Profesional para estudiar medidas tendentes a un control más eficaz de esas minorías violentas. Medidas ya hay, se trata de aplicarlas. España no es de los peores países en violencia asociada al fútbol, pero últimamente han aparecido síntomas inquietantes que requieren actuaciones más decididas por parte de clubes y autoridades, y también de un rechazo claro por parte de los aficionados, sin la tolerancia paternalista de otras veces.
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