Un imperio construido a partir de una idea y un garaje

Palo Alto es la capital oficiosa de Silicon Valley, el área al sur de San Francisco donde se ha gestado la revolución de las comunicaciones. Y el centro espiritual de Palo Alto, el lugar al que peregrina casi todo el que visita la ciudad, es un garaje situado en el número 367 de Addison Avenue. El garaje ha sido privado durante décadas y, visto desde el exterior, carece de interés aparente: una rampa, una puerta.
La importancia está en la historia, ya que en ese garaje, en 1939, empezaron a trabajar dos jóvenes recién licenciados en ingeniería en la Universidad de Stanford llamados William Hewlett (1913-2001) y David Packard (1912-1996). Poco después se alistaron en el Ejército, pero, al concluir la Segunda Guerra Mundial, volvieron al garaje y, a partir de un capital de 538 dólares, crearon Hewlett Packard, la compañía fundacional de Silicon Valley.
Los miles y miles de técnicos que se han instalado desde entonces en el valle han compartido la convicción de que un imperio puede crearse a partir de la nada, y han considerado el garaje santuario como un recordatorio de que todo es posible si se tiene una idea.
Referencia obligatoria
Hewlett y Packard acumularon una fortuna inmensa que les permitió erigirse en la referencia obligatoria de la industria electrónica. Hewlett, en concreto, creó las asociaciones empresariales que hoy rigen el sector más dinámico de la economía mundial.
Compaq, una compañía más joven, también posee su propia leyenda. Fue fundada en 1982, en Houston, por tres directivos de Texas Instruments, con un capital de 3.000 dólares y una simple idea trazada en una hoja de papel durante una reunión en una pastelería: la de crear un ordenador relativamente portátil (del tamaño de un baúl pequeño) compatible con todos los programas que se desarrollaban para el gigante IBM.
Compaq se especializó en ordenadores realmente portátiles, ahora ya de bolsillo, y a finales de los noventa marcó un hito: vendió el primer ordenador con un precio inferior a los mil dólares, ahora unas 185.000 pesetas, pero por entonces bastante menos por el tipo de cambio.
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