Viaje interior
Viajar está de moda y, precisamente por estas fechas, carreteras y aeropuertos adquieren un protagonismo importante. Si quieres ser alguien y estar al día no tienes más remedio que moverte, con ganas o sin ellas, e ir de vacaciones, cuanto más lejos mejor. Con todos mis respetos, confieso sin rubor ser un don nadie para, a continuación, quedarme en casa la mar de contento.
¿Quiere esto decir que no viajo? No lo hago físicamente, pero ¿por qué va a ser esta la única forma de viajar de las personas? ¿Viajar es sólo mover el esqueleto? ¿Y qué pasa con la mente? ¿Hay que condenarla al letargo durante las vacaciones? La realidad es que los viajes hacia afuera, buscando la novedad o el bullicio, no me descansan. Necesito pensar en otras alternativas y, en ese sentido, el complicado intento de viajar al interior de uno mismo se presenta como una aventura apasionante.
Me da pena ver a tanta gente mayor dándose unas palizas de muerte para no llegar a ninguna parte, al menos en cuanto al disfrute de una felicidad serena en sintonía con la realidad de un cuerpo decadente, soporte de un alma llena de sentimientos.
Estoy de acuerdo en el primum vivere, deinde philosophare, pero me preocupa la obsesión excluyente por la mejora de las pensiones y la organización de viajes antiaburrimiento. Esto es existencialismo y materialismo en estado puro y no sé hasta que punto puede considerarse la mejor receta... a la puerta del cementerio.
Si la mayor felicidad de un viejo es el sentirse útil, lo mejor que podemos hacer por su bien es habilitar vías de comunicación con los más jóvenes, para que por ellas circule el gran caudal de experiencias que acumulan en su interior. Cada vida humana es un misterio único e irrepetible, en el que la simbiosis entre penas y alegrías nos sitúa en la encrucijada del 'a vivir que son dos días' o del viaje hacia el interior de nosotros mismos, en busca de alguna explicación que sosiegue a nuestra razón. Cualquier mayor puede sernos de gran ayuda.
Termino con una pregunta que no dejo de hacerme. ¿Por qué en el viaje hacia mi interior tropiezo también con el aparentemente lejano dolor de la mujer y el pueblo afgano?
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