La sombra de Buero

MadrugadaManuel de Blas es uno de esos escasos actores españoles que unen a la excelencia de su trabajo escénico una preparación teatral, y también intelectual, de primer orden. Entre sus muchos éxitos, además del temprano Macho de la Yerma lorquiana que Víctor García montara hace muchos años para Nuria Espert, figuran algunos de producción valenciana, como el Goya que interpretó en El sueño de la razón dirigido por Toni Tordera o el espléndido Don Gonzalo de La señorita de Trevélez en montaje de John Strasberg, cuando el teatro público valenciano era digno de ese nombre. Y dentro de esa querencia casi natural por el teatro, resulta lógico que Manuel de Blas sienta una especial predilección por los dramaturgos españoles que pertenecerían más o menos a su época de referencia.Buero Vallejo es uno de ellos, sin duda el más relevante, puesto que llena por sí solo la autoría en castellano desde los 50 hasta los 80, y se entiende perfectamente que Manuel de Blas, a la hora de formar una nueva compañía propia, haya pensado en estrenarse con un Buero que estaba ausente desde hace muchos años de nuestros escenarios, este Madrugada que supuso un auténtico suceso hacia mediados de los años 50. La intención del director es insertar la obra de Buero en el actual teatro de repertorio, un propósito más factible de lo que parece si el montaje no se deja atenazar por el respeto exagerado a la palabra del autor. Esta mezcla de intriga parapolicial y lucha por defender con inteligencia la dignidad humana, en este caso de una mujer vilipendiada, hubiera funcionado algo mejor de haberse tomado alguna que otra libertad en lo que atañe al respeto textual, aunque también hay que decir que la cosa tendría acaso otro cariz con la presencia en escena de Ana Marzoa -sin menoscabar en nada a la sustituta Paula Sebastián-. El duelo interpretativo, y de voces, entre Manuel de Blas (aquí más George Sanders que nunca, en busca de un difícil acomodo anglosajón del montaje) y Ana Marzoa, cabecera de cartel del estreno de esta obra, habría sido memorable de ver y de escuchar. Queda también la atención respetuosa de un mar de jóvenes que llenaba la sala la tarde que asistí a esta cabal revisitación de Buero.