Las tropas británicas no logran frenar la guerra entre los lealistas del Ulster
El asesinato del joven Sam Rocket en su domicilio de Belfast eleva a tres el número de víctimas mortales en la guerra desatada entre facciones rivales de paramilitares protestantes. La llamada a la reconciliación por parte de políticos y eclesiásticos no tuvo ayer ningún efecto práctico, e Irlanda del Norte vive con temor a nuevas represalias. Rocket, de 21 años, fue acribillado a tiros la noche del miércoles en el comedor de su vivienda de Belfast por dos hombres enmascarados en presencia de su hija, de un año, en una acción que se atribuye al grupo paramilitar Luchadores por la Libertad del Ulster (UFF).
Mediar en el conflicto
Los pistoleros vengaban así la muerte el pasado lunes de sus compañeros, Jackie Coulter y Robert Mahood, a manos de miembros solitarios de la Fuerza de Voluntarios del Ulster (UVF). Ambos grupos armados, de ideología radical unionista y partidarios de estrechar los lazos con el Reino Unido, mantienen esta semana una guerra abierta que no tiene signos visibles de llegar a su fin.Ayer, horas antes del funeral de Robert Mahood, asesinado por disparos junto a Coulter, la policía norirlandesa frustró un atentado de potenciales consecuencias graves. Agentes policiales descubrieron en la el distrito de Shankill, en el oeste de Belfast, una serie de armas de fuego, un kilo y medio de explosivos comerciales y detonadores en estado avanzado de preparación. En la redada fueron detenidas seis personas que, según las sospechas de las fuerzas de seguridad, se dirigían a perpetrar un atentado mortal. Al funeral, que se celebró en medio de una discreta protección policial, acudieron varios representantes del Partido Democrático del Ulster (UDP), brazo político del UFF, con el que, al parecer estaba relacionado Mahood.
El reverendo protestante Robert McKee ha ofrecido mediar en el conflicto y facilitar el diálogo entre ambas bandas. "Los lealistas saben que estoy deseando colaborar para frenar la violencia. El problema es que nadie escucha en estos momentos. Han perdido compañeros y están dolidos y sin ninguna disposición a prestar atención a nadie", dijo ayer McKee.El asesinato de Rocket, el tercero desde el lunes, pone de manifiesto la lejanía de una posible reconciliación. El área afectada por la contienda, barrios desfavorecidos cuyos residentes comparten la ideología pero no los métodos de los asesinos, viven en el temor a nuevas represalias. Al menos veinte familias han solicitado a las autoridades locales que les trasladen de sus pisos en el distrito de Shankill tras recibir amenazas de los paramilitares y, en particular, del UFF.
Uno de sus dirigentes, Johnny Adair, en prisión desde el martes tras perder su beneficio de excarcelación anticipada, intenta hacerse con el control de la organización y limpiar Shankill de activistas o simpatizantes del UVF. Ninguna familia queda libre de su amenaza en tanto que, en un mismo hogar, puede haber miembros de ambos grupos rivales. Ambas bandas afilan sus armas y material de guerra al tiempo que se preparan a enterrar a sus respectivos muertos. "Deben admitir que esta violencia no les lleva a ninguna parte. ¿Qué van a hacer, seguir matándose los unos a los otros hasta que no quede nadie?", se preguntaba ayer el ministro británico para Irlanda del Norte, Peter Mandelson.
La guerra se mantiene, de momento, dentro de la comunidad protestante y todo parece sugerir que los explosivos confiscados ayer estaban destinado a matar algún terrorista unionista o a sus representantes políticos. El Sinn Fein, sin embargo, no relaja la guardia y exige a la comunidad republicana que esté alerta ante posibles atentados. La historia ha demostrado que cuando las rivalidades entre lealistas llegan a su fin, las armas y artefactos incendiarios comienzan a apuntar a personal y propiedades católicas.
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