Sean lo que sean
El alcalde de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín, ha dicho que los culpables de los sucesos de la madrugá del Viernes Santo son grupos de "niños pijos". Los supone el alcalde vinculados a la extrema derecha, pero cree que su forma de actuar tiene más que ver con una manera de ser que con una ideología. No es todo, también dice el alcalde que los chicos actuaron "sin ánimo delictivo".Y dicho todo eso nos deja donde estábamos, sin saber qué pasó. Pero pasó y fue grave, aunque pudo ser mucho más. Por eso, porque pudo pasar mucho más, y porque lo que pasó fue suficientemente grave, es por lo que están sobrando las palabras, las declaraciones, y está faltando eficacia para encontrar la solución al caso. Necesitamos ya, sin más palabras, saber qué pasó y quiénes fueron los autores del delito que puso en peligro la noche.
Hasta este momento lo único que está ocurriendo es que el suceso provoca todo tipo de rumores y estupideces sobre otras posibles actuaciones de los cretinos que actuaron en la madrugada, o de otros cretinos que se hayan podido sentir motivados con la aventura. Ahí está, señor alcalde, no son ni pijos ni macarras. Son, si es que los hechos los provocaron grupos de jóvenes en estado de diversión estúpida, unos cretinos. Eso es justamente lo que son, unos cretinos deseosos de protagonismo, unos pobres cretinos que acaso anden todavía dispuestos a cualquier otra "heroicidad" en vista de la ineficacia que hasta ahora están demostrando las autoridades.
Estamos en plena feria y nos aseguran que el dispositivo de seguridad es sólido y todo está controlado para que no se puedan repetir los sucesos. Nos intentan tranquilizar anunciando lo que es obligado que funcione y si no funciona ya se lo demandaremos. Como le demandamos el descubrimiento del por qué, el cómo y el quién puso a la gente a correr y dejó en evidencia el exceso de confianza en la suerte, que hasta ahora han exhibido los responsables del orden en unos días y noches tan al filo de lo imposible. Lo que por cierto no quiere decir que pidamos que nos cierren las calles con guardias de seguridad como porteros, que también pasó y fue otro de los disparates que han hecho de la Semana Santa de 2000 un punto y aparte.
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